jueves, 7 de mayo de 2009

Telefónica

Lo que te voy a contar es cierto. Te lo juro por Arturo.
Resulta que hace cosa de un mes, mosqueo más, mosqueo menos, suena el teléfono de mi casa / hogar / domicilio. Al otro lado de la línea una señorita, amable que te peich, me dice que es de Telefónica, mire usted. Que si tengo un momentito.
Sin darme tiempo a decir ni que sí, ni que no, se arranca la individua en una perorata de cinco minutos largos. Sin respirar, oyes. Que a los tres minutos, cincuenta segundos, ya dudaba yo si sobre la mesa, al lado del ordenata, tenía una jarrita de agua o un respirador portátil.
"Pues que verá usted, señor tan amable; que resulta de que hay una promoción hiper mega super fashion guay de lo last, para instalar la línea ADSL en su hogar, gratis del todo. Que sí, machote, que tienes que pillar la oferta. Que vas a ir tan rápido por la red, que no te lo vas a creer".
Le contesto dos mire usted, tres es que verá, un par de va a ser que y un que me lo tengo que pensar. Y ahí es cuando me empitona, cornada con dos trayectorias, una de ellas ascendente, tocando la femoral.
Al par de días, puntual como el acné a los quince años, aparece mi vecina con un aparatejo llamado router que un repartidor, que no le había hecho ni firmar ni nada, fíjate, le había dejado en custodia.
Respiro profundo, cuento hasta diez y brinco, ágil cual gacela Thompson, hasta el teléfono.
"¡Uuuuyyyy! Discúlpenos". - Otra señorita, de voz tan amable como la de los surtidores de las gasolineras. - "No se preocupe, que ésto ha sido un error. Que como estamos todavía en promoción, esto está arreglado enseguida. Y que lo apañamos sin coste alguno para usted, naturalmente".
Naturalmente.
Bueno, pues; ¿A que no adivinas? ¡Pues sí! ¡Eso mismo! Que no se me han llevado el maldito router, que no me han dado de baja y que, NATURALMENTE, me han cobrado como si estuviera disfrutando de un servicio del que NO estoy disfrutando.
Que yo me imagino al capitán Sparrow, sentado tras su escritorio de caoba, con los pies en alto, fumándose un puraco del tamaño de mi brazo y descojonao. Juar, juar. Éste pringao. Éstos pringaos. Tú paga. Paga, que yo te aviso.
Que se me llevan los demonios, vaya.
Y sí; he vuelto a llamar, por si te lo preguntas. Y me ha contestado (adivina) una señorita majísima ella. Que tengo unas ganas locas de que me toque alguna vez una borde (que haberlas, haylas), a ver si la mando a hacer gárgaras al Bósforo, y me quedo como Dios. Pero ná.
Y no te lo niego; ciscarse en todo el árbol genealógico de Graham Bell, en fila de a uno, te deja más tranquilo. No te digo que no. Pero que uno no puede evitar la sensación de sentirse tangado... Jé, eso también.
Así que me estoy planteando la posibilidad de darme de baja en Telefónica. Mire usted.
Y mientras me decido; no voy a descolgar el teléfono cuando suene en mi casa / hogar / domicilio. No vaya a ser otra moza, intentando venderme algo más.
Que mira que me jode tanta amabilidad.

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