martes, 14 de septiembre de 2010

Cartas de amor (una historia rural)

Los veleidosos designios del Destino quisieron que Anna Hovercraft, vecina de los Hamptons, New York, heredase el rancho que había sido propiedad de sus abuelos en Dumbville, Kansas. De entre todos los utensilios, aperos y enseres que tuvo que inventariar, y sobre cuya suerte le tocó decidir, hubo un objeto que acaparó especialmente su atención. En el fondo de un cajón de la cómoda en la que su abuela guardaba la ropa blanca, encontró una pequeña caja de latón, oscurecida por el tiempo, que contenía la correspondencia que los propietarios habían mantenido mientras fueron novios. Como un tesoro de valor sentimental incalculable, la señorita Hovercraft decidió preservar aquél pedazo de su propia historia y evitar así que se perdiera en el olvido. Y como la urraca ávida de ganancias que es, intentó lograr que algún incauto acabase por publicar las cartas. Por fin halló al señor S. Aúreus quien, tras las oportunas negociaciones y un par de ansiolíticos, adquirió los derechos de la historia. A continuación; y tras haber seguido un riguroso método de selección literaria, consistente en lanzar el montón de legajos al aire y elegir sólo los que cayeron encima de la mesa del escritorio, me complace reproducir algunos fragmentos de la obra resultante:

11 de Junio.

Estimada señorita Mendeléiev.

En primer lugar; quisiera manifestarle cuán emocionado estoy al iniciar esta correspondencia. Sus padres de usted han sido muy generosos al permitirme cortejarla, y acepto como un cariñoso cumplido el apelativo de comadreja miserable con que su progenitor me regala asiduamente.

Debo decir que estaba usted especialmente radiante en el baile de los cosechadores, que se celebró la semana pasada en la plaza del pueblo, y que el vestido azul que llevaba realzaba de buena manera sus ya de por sí generosas carnes. Al llegar a la pieza titulada “Iba yo a dar de comer a los gorrinos cuando, de repente, apareciste tú”, el hecho de que aceptara usted ser mi pareja me provocó una sensación de mareo parecida a la que provoca el whiskey que vende el viejo Smithy.

Aguardo con impaciencia el próximo Domingo, para poder acompañarla a la iglesia y volver a mirar su lindo rostro.

Afectuosamente suyo;

Aaron Johnson.

P. D. Llevaré mi entrepierna protegida con la tapa de una lechera de latón, en previsión de que al hermano de usted, qué simpático, se le ocurriera atizarme de nuevo una patada en semejantes partes.

16 de Junio

Estimada señorita Mendeléiev.

Pesa sobre mí la sospecha de que no soy un buen cristiano, pues debo reconocerle que pasé todo el oficio, incluido el sermón del reverendo Mc Cormack, pendiente de usted. Su cabello rubio se me parece a la cebada que crece en los campos, y me resulta encantador ese gracioso ceceo con que lee los Salmos.

Además; en determinadas ocasiones, algunos de sus gestos me recuerdan a cierta ternera de nombre Dorothy, que tuvimos que sacrificar prematuramente y a la que yo tenía especial afecto.

Temo no obstante que cedí al ardor juvenil, descuidando mis obligaciones para con Nuestro Señor, y ahora dudo entre si debo confesarme o purgarme con ricino, a qué negárselo.

Dentro de poco será la feria del ganado de la comarca, y confío poder acompañarla al concurso de bebedores de cerveza.

Afectuosamente suyo;

Aaron Johnson.

P. D. Lamento mucho que su hermano de usted acabara por fracturase tres dedos de su pie izquierdo.

20 de Junio.

Apreciado Aaron.

Se me hace extraño tratarte con semejante familiaridad. Sí; ya sé que mi padre ha dado su permiso para que nos tuteemos, y que se reafirmó en ello de esa manera tan entrañable y dulce que él tiene para contigo cuando, la otra tarde, te lanzó a la cabeza la sartén de hierro de hacer gachas. Por cierto; ¿Te duelen los puntos de sutura? Espero que no te hayas enfadado con él. Debes entenderle; en ocasiones se comporta como un chiquillo.

Qué quieres que te diga, Aaron; no puedo evitar esta zozobra. Yo soy una muchacha sencilla, de pueblo, y todo esto me emociona y, a veces, me supera. Nunca he tenido novio y sólo el pequeño de los Robbins, que en paz descanse, hizo intento de cortejarme. Y entonces teníamos, si mal no recuerdo, doce años.

Yo también estoy deseando que llegue la feria del ganado, y que asistamos juntos al concurso de bebedores de cerveza. Espero que no le hicieras mucho caso a mi padre cuando dijo aquello de que tu virilidad quedaría por los suelos al descubrir que una mujer es capaz de beber mucha más cerveza que tú. Lo hacía sólo para chincharte. Aunque debo advertirte que hiciste mal al desafiarme. Lo único que necesito para ganarte es un barril al que pueda echarle convenientemente el guante, y que te apartes cuando llegue el momento de eructar.

Por otro lado; espero que me hagas caso y en un futuro compres el aceite de ricino en la tienda del viejo Mogensen. No creo que sea muy sano ir al retrete doce veces en quince minutos. Además; que se te ve mala cara.

Creo que me estoy alargando en esta carta, y no sé si eso será muy decoroso. No quiero que pienses que soy una descarada.

Con todo afecto;

Martha Mendeléiev.

23 de Junio.

Querida Martha.

Sí; te llamo querida porque te quiero. Y porque creo que estoy delirando de fiebre a consecuencia del aceite de ricino en mal estado, y de que más de la mitad de los puntos de sutura que tengo en la cabeza se me han infectado.

Leo una y otra vez tu última carta, y una emoción indescriptible se apodera de mi corazón. Ahora sé lo que es estar enamorado de verdad. Ni siquiera el asno rosa con el que me encontré en el patio esta mañana, cuando iba a lavarme en el abrevadero, me ha provocado tal estado de excitación. Aunque debo decir que la vaca vestida de cabaretera que tengo a mi lado, y que canturrea “Love is in the air” mientras escribo estas líneas, me desasosiega un poco. Quizá porque le falte bajar una octava en el estribillo. No sé.

Martha, querida: Te adoro. He convencido a mi padre para que me ceda las tierras que tiene al oeste, junto a los pantanos. He decidido que la próxima primavera comenzaré a construir una casa allí. Es un lugar precioso; te va a encantar. Lo único malo es que está plagado de unos mosquitos tan grandes como gorriones.

No quiero que me juzgues como demasiado impetuoso. Es sólo que estoy dispuesto a todo por ti. Y que, bueno; que tú ya no tienes edad para que nos andemos con tonterías. Que se te va a pasar el arroz y somos pocos mozos en el pueblo, así que...

Si todo va bien, el próximo Domingo iré a buscarte para que vayamos juntos a la iglesia.

Estoy deseando que llegue.

Con todo mi delirio;

Aaron Johnson.

25 de Junio.

Apreciado Aaron.

Aún estoy reponiéndome de la impresión que me ha causado tu descaro. Yo achaco esas palabras tan impetuosas e irreflexivas al estado en el que te encuentras y por eso las perdono pero, por Dios, hacer planes de futuro cuando aún no hemos llegado ni a tomarnos de la mano...

No digo que no me halague, por supuesto que sí. Pero no creo que aún sea el momento de que pensemos en estas cosas. Va usted un poquito rápido; ¿No le parece, señor Johnson?

Debes hacerme caso, querido. La tradición, las Sagradas Escrituras y la escopeta de caza de mi padre nos aconsejan tomarnos nuestra relación con calma y con prudencia.

Espero que te repongas pronto y que, junto a la salud, recuperes el buen juicio.

Con cariño;

Martha Mendeléiev.

P. D. Por cierto; espero que no estés considerando en serio lo de llevarme a vivir a una ciénaga apestosa, porque vas listo. Ya estás buscando un sitio mejor donde construir nuestra casa. Ah, y que tenga granero.

03 de Julio.

Querida Martha.

Por fin hemos paseado juntos, como novios formales, por el camino del Este. Me siento muy dichoso aunque, para ser sincero, preferiría no tener a tu hermano de carabina. Llámame aprensivo, pero no estoy seguro de que el empujón que me dio, cerca del río, fuera del todo accidental.

Tengo que acercarme a la ciudad a comprar tabaco de mascar, una azada nueva y algunas cosas más.

El par de días que pasaré, lejos de ti, se me harán eternos.

Cariñosamente;

Aaron Johnson.

14 de Julio.

Querida Martha.

Por fin el señor Jenkins me ha vendido su terreno. Es un lugar precioso, desde el que se puede ver la Colina del Cordero, a lo lejos, y en el que seguro que podremos disfrutar de lindas puestas de sol. El señor Jenkins ha sido muy generoso en el trato, si bien creo que no terminaremos de pagar nuestra propiedad hasta dentro de tres o cuatro generaciones, por lo menos. Eso; o acepto una oferta que me ha hecho, y que no he acabado de entender muy bien, a qué negarlo, en la que mencionaba algo acerca de uno de mis riñones…

Mi padre dice que me regalará un par de vacas, con tal de que me vaya de una vez, y mi madre se pasa el día llorando. Creo que se sienten felices por mí.

Con cariño;

Aarón Jonson.

25 de Julio.

Querida Martha.

Aún no acierto a explicarme qué fue lo que pasó el otro día.

Sólo recuerdo que el sembrado del abuelo Trevithick comenzó a arder, y fuimos todo el pueblo a apagarlo.

Y el humo nos rodeaba, y un dulce aroma desconocido hasta entonces se apoderó de mis sentidos y te vi, con tus rubios cabellos sueltos cargando cubos de agua, como una mula de grupa generosa y... bueno; y se encendieron mis instintos.

Me pregunto qué demonios había sembrado el viejo Trevithick en aquella tierra.

Estoy atribulado, turbado.

No sé qué vamos a hacer.

Con zozobra;

Aarón Jonson.

2 de Agosto.

Querido Aaron.

Estos últimos días han sido una auténtica locura. He escondido la escopeta de mi padre, aunque dice que si te encuentra a menos de una legua de nuestra granja te matará con sus propias manos.

Estoy muy preocupada por él. Camina sin rumbo de un lado a otro diciendo no sé qué sobre el Apocalipsis y sobre sacrificar un cordero. Mi madre está acabando con las reservas de aguardiente de nuestra despensa. Se pasa las noches cantando viejas serenatas rusas.

El único que parece haber salido mejor parado de aquella fatídica noche es mi hermano, que se ha hecho inseparable de Edward, el menor de los Smith. El otro día creí verles paseando, por el camino del Este. Por un momento pensé que iban cogidos de la mano, si tal cosa no fuera imposible, claro. ¡En fin; no sé, serán cosas mías!

No sé qué vamos a hacer, querido. Tenemos que vernos y hablar. Así no podemos continuar.

Tu Martha.

18 de Agosto.

Te escribo estas pocas líneas ante la imposibilidad de acercarme a tu casa. No contamos con que tu padre se podía comprar otra escopeta. He hablado con el reverendo Mc Cormack y ha convenido en casarnos a finales de Septiembre. Antes resulta imposible; pues ha habido una avalancha de peticiones por parte de todos los jóvenes de la comarca y la iglesia apenas da abasto.

Confío en que para esas fechas aún puedas entrar en el traje de novia de tu madre.

Tu futuro esposo.

Aaron.