jueves, 5 de noviembre de 2009

Amor proceloso

Capítulo 1254.
Leonardo Jesús atravesó presuroso la hacienda, a lomos de su vigoroso corcel, llamado Jacinto.
Al llegar frente a la mansión, se detuvo y desmontó de un salto. Avanzó unos pasos.
Una brisa suave revolvió sus largos cabellos. Levantó sus pardos ojos al cielo y murmuró, con la voz teñida de una romántica ensoñación:
- Al carajo la peluquería.
En mitad del jardín, portando un ramo de rosas rojas recién cortadas, se hallaba Marianela de los Dolores. Le miró, con sus hermosos ojos verdes bizcos.
- Leonardo Jesús.
- Marianela de los Dolores.
Los dos suspiraron al unísono. Leonardo se quitó la camisa. Adquirió un cutis de ave, y se le endurecieron los pezones. Una breve brisa revolvió los unísonos cabellos de los dos amantes, y Leonardo Jesús se cagó en el hombre del tiempo.
- Querida.
- Amor.
- Mi vida.
- La razón de mi existencia; en esta tierra olvidada de Dios.
Ejemplo de diálogo innecesario, utilizado en las telenovelas para rellenar.
- Te quiero.
- Te adoro.
- Yo más.
- Pos anda que yo...
- Estoy enamorada.
- Y yo. Pero en masculino.
- ¿Te habías enamorado antes, alguna vez?
- Sólo una. Pero me dejó por una oveja.
- ¡Qué dramático!
- Me fui a Benidorm, a intentar olvidarla.
- ¿A la oveja?
- No. A ella.
- ¡Ah! Y... ¿Te gusta Benidorm?
Leonardo reflexionó unos instantes, queriendo dar una respuesta sincera.
- No - Admitió al fin.
- ¡Oh! - Marianela suspiró - No le gusta Benidorm...
- ¿Qué ocurre?
- Que nuestro amor es imposible.
- ¡No! ¡Oh, Dios mío! ¿Por qué?
Marianela ahogó un sollozo en su hermoso pecho.
- Porque...
- ¿Por qué?
- Porque... ¡No te gusta Benidorm!
Hubo una pausa dramática subrayada, tan sólo, por una suave brisa. Leonardo empezó a plantearse, seriamente, cortarse el pelo al cero.
- Pero... No lo entiendo...
- ¿No lo entiendes? ¡Oh! ¡No lo entiende!
- No. No lo entiendo, Marianela de los Dolores. Hemos vencido la resistencia de tu tía abuela sobrina nieta por parte de madre, en relación con tu padre putativo tras lavarse los calcetines en tercer grado y... ¡Dios! ¿Ahora el Destino nos arrastra ante una nueva adversidad? No. Debo ser sincero. No me gusta Benidorm. Hay demasiados alemanes, y mucha paella de encargo. Lo siento. Prefiero Bollullos del Condado.
- ¡Bollullos del Condado! ¡Me desgarras el alma!
Una tenue brisa revolvió sus atribulados cabellos. Leonardo Jesús se cogió una coleta.
- No hay alemanes... - Dijo él, en su descargo.
- Jodé. Ni playa...
Sonaron los violines y el piano. Sonó un saxo. Un redoble, y fanfarrias. Se levantó una ligera brisa, y Leonardo pidió a Marianela unas tijeras de podar.
Leonardo atrajo a Marianela hacia sí mismo consigo mismo, y ésta se pinchó con los pezones de él.
Se fundieron en un apasionado beso.
La brisa soplaba, Leonardo maldecía para sí, y Jacinto comía hierba.
FIN del capítulo 1254.

viernes, 23 de octubre de 2009

La lámpara maravillosa


La tienda estaba escondida en algún lugar de Candem Passage, y tanto la entrada como el interior inspiraban la misma confianza que el motel de Norman Bates. Reparamos en ella al huir de la cansina lluvia londinense, y entramos tras un breve intercambio de opiniones, en el que tuvieron un peso específico los amables ruegos de mi esposa, y el hecho de que consiguiera alojar el mango de su paraguas en mi píloro, por vía nasal.
La mercancía estaba dispuesta en el local en un orden tan exquisito que se diría que toda la fuerza del huracán Katrina se hubiera concentrado en esos pocos metros cuadrados. La dependienta, parapetada tras el mostrador, tenía un aspecto peculiar, que incitaba automáticamente a preguntarse en qué lugar debía haber aparcado su escoba. Los relojes de bolsillo, por supuesto, hacía mucho tiempo que habían dejado de funcionar, y los encajes y ganchillos acumulaban tanto polvo que, al poco, acabé respirando con la cadencia rítmica de Darth Vader.
Mi mujer, en cambio, estaba emocionada.
- Mira, cari. - Me decía, sosteniendo un camafeo horripilante entre sus dedos - ¿No te parece divino?
- Adorable. - Le respondía yo sabiendo que, cuando se trata de comprar, a una mujer no le interesa tu opinión, sino si dispones de suficiente activo en la tarjeta de crédito.
- ¿Y qué me dices de éste abanico tan simpático?
- Precioso. Se diría que lo ha pintado un alcohólico, en pleno delirium tremens.
- Sí; ¿Verdad? ¿Y aquella muñeca de trapo?
- Escalofriante. Con esas cosas se hace vudú; ¿No?
- No seas tan negativo. Tienes que aprender a relajarte cuando vamos de compras. Hay que disfrutarlo.
- Sí, mi vida. Lo que tú digas. - ¿Cómo le explicas que no vamos de compras? ¿Que la que va de compras es ella, y yo sólo ejerzo de acompañante? Es más; ¿Cómo puede alguien disfrutar yendo de compras? En fin.
Ignoro cuanto tiempo estuvimos allí, revolviendo entre trastos viejos, pero al fin llegó el momento de marcharnos. La expresión pintada en el rostro de mi esposa era de tristeza, o tal vez de decepción, pues nada le había llamado lo bastante la atención como para malgastar unas cuantas libras. En cambio; de mi cartera escapó un suspiro de alivio perfectamente audible. ¿Me había librado? Increíble. Era una oportunidad que no podía dejar pasar, así que enfilé rápidamente hacia la salida. No fuera a arrepentirse. Cuando ya tenía un pie en la calle, y sentía la torcida mirada de la dependienta en mi cogote, de la garganta de mi cónyuge escapó un gritito breve, de triunfo. "La jodimos. - pensé - Ya ha picado".
En sus manos sostenía una pequeña tetera, de latón. Un artilugio horroroso, grabado con unas filigranas imposibles, producto salido sin duda del taller de algún artesano atacado por fiebres tifoideas, sifilíticas o palúdicas.
- ¿A que te encanta? - Me retaba, exultante.
- ¿Qué debo responder?
- Que me la vas a comprar.
- Dios. Sólo si me dejas enterrarla en el jardín. O mejor aún; si me prometes que se la vas a regalar a tu madre.
Si las miradas matasen, mi esposa me habría fulminado cual Hera vengativa. Así que huelga decir que acabamos adquiriendo aquel artefacto. Qué quieren, no todos los matrimonios son como el de Bill Cosby. Por supuesto; tampoco es necesario reconocer que fue inmediatamente abandonado en un rincón de la repisa de la chimenea.
Pasaron los días y nuestra vida transcurría tranquila, a la velocidad y el ritmo de un remolcador de desechos surcando el Thames. Y casi con el mismo nivel de salubridad. Pero una soleada mañana de sábado, cuando me encontraba practicando mi swing en el salón, dispuesto a pulverizar en el green a Goldman, el de contabilidad, golpeé accidentalmente con la pelota de golf aquel chisme, que cayó con estrépito.
Me acerqué presuroso a recogerlo del suelo, y no porque tuviera miedo de la reacción de mi esposa al descubrir el destrozo, no crean. Eso no ocurre casi nunca. De hecho; nuestra relación se asemeja mucho a la que mantiene un visitante en el zoo con respecto a la jaula de los tigres. O sea; admiración y respeto. Y sobre todo; distancia.
Comprobé cuidadosamente los daños que pudiera haber ocasionado a aquella cosa, y froté la superficie con la manga de mi camisa, con el fin de eliminar cualquier posible rastro delator.
Y entonces; sucedió.
Un humo de color gris perla emergió de ella, y fue adquiriendo consistencia hasta convertirse en una figura de cierta corporeidad.
- ¡Cof, cof! Salud, amo. - Me dijo.
- ¿Ein?
- Ehem. Salud, amo.
- Eh, ehém... Hola. Tú... ¿Tú, quién eres?
- Mi nombre es Yaser Alí Salim Mohammed Pérez. Y soy el Genio de tu lámpara.
- ¿Eh?
- Tú has frotado la lámpara. Yo soy tu genio; tú eres mi amo.
- Ahí va, la hostia. - Dije, haciendo uso de mi prolijo lenguaje, propio de un hombre de mundo. - Así que tienes que concederme tres deseos; ¿No?
- Eh... Bueno; vamos a ver. La cosa no va exactamente así.
- Ah; ¿No?
- No. La crisis, hijo mío. Y que tengo ascendencia judía, también.
- ¿Entonces?
- Pues tú pides y yo contraoferto. O yo te hago una oferta, y tú a mí otra. Y luego; regateamos.
- No me lo puedo creer.
- Lo tomas, o lo dejas.
- Vale, vale. Hazme una oferta.
- Una casa en el centro, un yate y una rubia siliconada de treinta años. Tú hablas.
- Eeeeeh... Que la casa sea en New York; en los Hamptons. En vez de un yate; un Jaguar. Y dos chavalas de veinte, sin siliconar. Y además; una jugosa cuenta en las Caimán.
- Pero; ¿Qué dices? Una casa en New York, las chicas sin silicona y el Jaguar, pero olvídate de las Caimán.
- La casa en New York, el Jaguar y un caimán, y te quedas con las chicas con silicona.
- Un bote de silicona, un caimán y ni hablar del Jaguar.
- Vale.

No sé, creo que me lió... ¿No?
Para Ana. Con todo mi cariño.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Un malentendido

Mi nombre es Martin Renfro, y nací en el barrio de Prospect Heights, en Brooklyn, hace treinta y cinco años. Debo decir, con no poco rubor, que mi infancia y mi juventud se vieron teñidas con la perniciosa tinta del fracaso más absoluto. Tanto es así; que ni siquiera supe ser el pardillo en el colegio. Siempre hubo otro más dotado. Pasé pues, mis primeros años, sin destacar en ninguna actividad. Inadvertido. De hecho; hubo un momento en que mi padre llegó a plantearse la posibilidad de llevarme al señor Chi, oriental experto en cirugías exprés, con objeto de sacarse un dinerillo en el mercado negro usando alguno de mis dos riñones, o de mis dos pulmones. O uno y otro al tiempo.
Afortunadamente; al llegar a la adolescencia, por fin, los veleidosos vientos del destino empujaron las velas de la desastrosa barca que era mi existencia rumbo a un puerto en el que, sin duda, podría atracar de forma segura: la interpretación. Tuve la revelación aquella mañana en que Johnny Wilcox, el matón de mi clase, me perseguía con la intención de alojar su bate de béisbol en un lugar de mi anatomía situado entre el hígado y las costillas, y le despisté quedándome quieto en una esquina y haciéndome pasar por un ficus retusa.
Lo supe entonces: Talía y Melpómene habían unido sus fuerzas y me habían dado el don.
Marché en busca de mi futuro, estudiando en las más prestigiosas escuelas, con los más reputados maestros.
Hice un curso de "Estulticia Manifiesta" en París, con madame Mimí Foulle, y me gradué en "Expresiones Hieráticas" en la prestigiosa Universidad de Canford, en un curso impartido por Kevin Costner, quien alabó mi capacidad para no transmitir absolutamente nada.
Al término de semejante formación, como no podía ser de otra forma, me aguardaba una carrera profesional cuyo fin no era otro que alcanzar la mayor notoriedad posible. Aún es muy celebrada, por ejemplo, la creación que compuse de un pollo gigante amarillo cuando trabajaba de hombre anuncio para el restaurante Texco México.
También en cierta ocasión; con motivo del estreno de una versión punk del musical "A Chorus Line", en el Off Broadway, el crítico de la revista "Ganchillo para todos" llegó a comparar mi voz con el canto de un ave tropical atrapada en una trituradora.
Sin embargo; en la autopista a la gloria todos debemos pagar peaje. Y si Brad Pitt hubo de emplearse durante un tiempo como chofer de limusinas, yo he debido procurarme el peculio indispensable para no caer en la indigencia aceptando trabajos menores.
Por ello hipoteco mi talento en "Lenny y Hommer: Payasos a domicilio", donde puedo aplicar toda mi experiencia al noble arte de entretener a los más pequeños.
Me dirigía con éste propósito al domicilio de los Summers, propietarios de "Empresas Cárnicas Summers", cuyo hijo Ricky iba a celebrar su sexto cumpleaños cuando, a un par de calles de distancia de la dirección que mi jefe me había facilitado, vi a aquellos hombres frente al banco.
Llevaban máscaras de payaso los cinco, así que haciendo uso de mi perspicacia natural sumé dos y dos y extraje la conclusión lógica: ¡Aquellos tipos también iban a la casa de los Summers! ¿Cuánto dinero debía tener esa familia si podía permitirse contratar a tantos actores para una simple fiesta de cumpleaños? ¡Pues no iba a dejar que ninguno de aquellos mequetrefes de tercera me robaran protagonismo! ¡No, señor! Así que yo también me puse mi careta de goma, y me uní al grupo.
Avanzamos. ¡Yo qué sabía si entrábamos en el banco! ¡Con esa cosa en la cabeza apenas podía ver nada! ¡Se lo juro!
Debo decir, en honor a la verdad, que me extrañó un poco oír cómo gritaban que todo el mundo se echara al suelo, y que vaciaran la caja fuerte. Pero supuse que estaban jugando con los críos a policías y ladrones. Por lo cual; me metí en mi papel de malo y grité y amenacé más que nadie.
Después llegaron ustedes, con las sirenas y los megáfonos, y vinieron los tiros y los gases lacrimógenos. Y cuando quise darme cuenta estaba en el suelo, boca abajo y esposado.
Créame, señor inspector. Es la verdad.
Y ahora que he prestado declaración; ¿Podría llamar a mi abogado, por favor?

domingo, 30 de agosto de 2009

La patada a Inoportunito

La culpa, al menos en mi caso, la tiene el teatro. Tú me dirás.
Sí; ya sé que uno no espera ver a un señor en pijama, con su batín (no bata, no. Batín), aparecer así, por las buenas, en la puerta de su despacho, pero tampoco es de lo más normal que el anfitrión se apresure a tocar los muebles, por si son de atrezo, o a buscar las luces de la batería.
Que me costó reaccionar, vaya. O sea.
Pues nada, que ahí estaba Carlos, la otra mañana, vestido de esta guisa. Te lo juro por Arturo.
Te acuerdas de mi amigo Carlos; ¿Verdad? Ahí estaba, digo, con su batín azul y su sonrisa socarrona. Con la cabeza alta, como siempre.
- "Que le hemos dado una patada en el culo a Inoportunito". - Me dice.
Y yo (que a tocapelotas no tengo rival) sonrío también y le contesto: "Ya te lo dije".
Y hay un segundo, de tácita camaradería, en que callamos. Mi amigo ha desterrado el cáncer. Yo soy feliz por eso. Y él lo sabe.
Por desgracia; no siempre estas historias acaban con un final así.
Todos tenemos malas experiencias que contar al respecto.
Por eso es importante tu ayuda. No cierres los ojos. No te tapes los oídos. Colabora.
Por cierto:
Tengo la intención de restregarle por los morros el temita del batín a Carlos, durante todo el tiempo que pueda.
Como ya te dije; a tocapelotas no tengo rival.
Claro que, a lo mejor, tan sólo es culpa del teatro.

domingo, 16 de agosto de 2009

Tullio a dieta (Breve reseña teatral)

El mundillo teatral anda, éstos últimos días, algo revuelto. Desde que el emérito profesor A. B. Dull, de la prestigiosa Universidad de Canford, diera como auténtico el manuscrito "Tullio a dieta", atribuyéndolo a William Shakespeare, muchas han sido las compañías interesadas en llevarla a los escenarios. Tarea que al fin han acometido, con no pocos esfuerzos y desigual fortuna, los integrantes del grupo Teatro Pello, oriundos de la ciudad de Burgos.
Mister A. B. Dull, conocido en el ambiente literario por haber escrito el ensayo: "¿Qué te he hecho yo para que me traigas a ver este espanto, y por qué demonios no decides irte con tu madre, y me dejas en paz de una vez?", en la que analizaba con minucioso detalle los entresijos del teatro inglés actual, y reflexionaba largamente acerca de por qué nadie ha visto nunca, en ninguna ciudad europea, un chino de más de sesenta años, vivo o muerto, contaba en el prólogo a la primera edición que encontró el legajo después de mucho tiempo de laboriosa investigación y profundo estudio, rescatándolo por fin del domicilio de la señora Bridget Murphy; quien llevaba más de treinta años usándolo para calzar la pata de la mesa del comedor.
Tras ver el montaje que los muchachos de Teatro Pello presentaron ayer en Madrid, el crítico abajo firmante ha sacado estas modestas conclusiones:
El príncipe Tullio, en primer lugar, es la esencia misma de la expresión dramática. La escena en la que recrimina a su madre, la reina Brunilda, que su sandwich de jamón y queso no tenga suficiente mayonesa, y culmina con ese monólogo sublime en el que asevera que todos los cocineros del mundo debieran asegurarse de tener pepinillos en la despensa antes de la hora de la cena, constituye el desgarrador testimonio del hombre que, pese a todo, queda siempre a merced del Destino.
Por otra parte Olegaria; la princesa secretamente enamorada del príncipe, aunque éste vista mallas rosas de ballet, simboliza los anhelos de un espíritu puro que ansía conseguir la dicha o, al menos, una buena plaza de aparcamiento.
El malvado Lifart, obviamente, es primo segundo por parte de madre de Yago y, como aquél, hace honor a su linaje y se comporta como una perra. Si bien tiene el detalle de pagar la cuenta del sastre.
Cómo olvidarnos, por supuesto, del rey Angus, quien sucumbe a la tentación y, ya en el acto segundo, se salta el régimen y se pone ciego a pizza, dando origen así a la cadena de acontecimientos que acabarán desatando la tragedia.
Debo decir, sin embargo; que no es "Tullio a dieta" una de las obras mayores de Shakespeare, si bien resulta imprescindible para ayudarnos a entender ese vacío que encontramos en su biografía tras "Otelo", y que algunos eruditos han supuesto que empleó en trabajar de poste de correos en Essex.

sábado, 1 de agosto de 2009

Un cuento. (Dedicado a una princesa besucona)

La noticia corrió, como la pólvora, por el Upper West Side de Manhattan. Emma Pfingsten de Babaland había anunciado su compromiso. Y lo había hecho contra la voluntad de su progenitor; el viejo rey Sigfrid de Babaland.
Litros de tinta se emplearon en emborronar las páginas de los tabloides durante días, y no era para menos. Emma era una joven princesa, asidua a los círculos más elitistas de la society, desde que llegara con su familia a New York a causa de la revolución que los había expulsado del trono de su país. Y en cuanto a Walter; su prometido, si bien era algo más bajo que ella, y plebeyo, quizá no fuera eso lo que representaba el mayor problema. Lo cierto es que el motivo esencial de la oposición del viejo rey al enlace se fundamentaba en el hecho de que Walter era un sapo.
Indiscutiblemente; el peor de todos había sido el día en que la petit princesa había decidido comunicarle la nueva a sus padres.
La reina, viva expresión en carne y bótox del más rancio protocolo de la vieja Europa, y portadora de la legendaria flema y sangre fria de los babalanos, logró conservar la calma durante al menos cinco segundos tras escuchar la noticia, antes de emitir una serie de aterradores berridos y, a fuerza de hiperventilar, sumirse en la inconsciencia.
El rey; más sanguíneo y vehemente, destrozó la habitación del Hilton en la que residían, haciendo uso de su palo de golf y de una pésima puntería.
- ¡Insensata! ¡Necia! Casarte con un sapo. ¡Un sapo! ¡Dónde se ha visto eso!
- Pero, el abuelo Edmund...
- ¡No es lo mismo! El abuelo Edmund se fugó con un bacalao porque le recordaba a su difunta esposa Karen. ¡Pero recuperó la cordura y a las dos semanas volvió a casa!
- Nosotros nos amamos...
- Eso no es amor, eso es, es... ¡Aberrante! ¡Dios, nunca pude entender a la cerdita Peggy!
- ¡Pues nos casaremos!
- ¡Por encima de mi cadáver!
- ¡Papá!
- Pero hija mía; ¿Es que no lo entiendes? Walter es un sapo. ¡Un sapo! ¿Dónde vais a vivir, por amor de Dios? ¿En la charca de Shrek?
De nada sirvieron las razones, las súplicas o las amenazas. Emma estaba dispuesta a llevar su amor por Walter hasta el final, y nada ni nadie podrían impedirlo. No hay que olvidar que le sobraba coraje para afrontar cualquier adversidad, pues era una Pfingsten. Ya su antepasado Wolfgang accedió al trono cuando, durante la famosa Guerra de Los Quince Años y Un Rato, entre Babaland y su vecina Tontunia; descubrió que los arenques eran el arma definitiva pues, al arrojárserlos al enemigo, a éste se le llenaban las trincheras de gatos, situación que les incomodaba sobremanera, de forma que sufrían crisis nerviosas, ataques de ansiedad, y la mayoría acababan desertando (Eso le sirvió a Wolfgang para verse recompensado con la mano de la princesa heredera).
Durante los días siguientes se sucedieron los preparativos a ritmo vertiginoso aunque, tristemente, hubieron de verse momentáneamente aplazados a causa de la muerte de Norbert, un primo de Walter. Las malas lenguas llegaron a contar que se habían servido las ancas de Norbert en un restaurante del Soho.
Mientras tanto; los padres de Emma intentaban hacerse una idea de lo que les esperaba. Llegaron a ver tantas veces la película "Adivina quién viene esta noche", que eran capaces de recitar de memoria sus diálogos. Si bien hubo un momento en que pensaron que podrían burlar al Destino cuando un antiguo novio de Emma; el príncipe Louis Pantene II, reapareció en sus vidas.
Louis Pantene era guapo como un maniquí, tenía una larga melena, suave y sedosa, y un culo tan duro que podría partir nueces con sus cachetes.
Pero las esperanzas de los viejos reyes se desinflaron pronto; cual balón playero, al descubrir que el príncipe tan sólo había viajado a New York con el propósito de hacer las pruebas para formar parte del cuerpo de baile de un nuevo espectáculo en Broadway, que iba a titularse "Las alegres travestís birmanas".
Nada pudo impedir, como ustedes ya supondrán, que la pareja formalizase su unión, pues de todos es sabido que, si hay una mujer empeñada en ello; el matrimonio, así como todos los desastres de la naturaleza, acaba siendo inevitable.
Y ni los cronistas de la prensa rosa podrían decir si Emma y Walter acabaron comiendo perdices, pero todo el mundo coincidió en afirmar que, el día del enlace, no se había visto una novia más radiante, o un novio con los ojos más saltones.

miércoles, 29 de julio de 2009

La tentación del señor Pransky

Todo comenzó una encantadora mañana de otoño. Volvía a casa, después de haber estado practicando footing con el firme propósito de reducir drásticamente mi esperanza de vida. Me detuve durante unos instantes frente a una de las verjas de Gramercy Park mientras, jadeante, rogaba al buen Dios que hiciera un milagro y acabase con mi sufrimiento; bien con una providencial bombona de oxígeno, bien con una automática del 38. Frente a mí; la vida seguía a su ritmo. Un jardinero cambiaba la maleza de lugar con su rastrillo, y unas ardillas discutían acaloradamente porque, al parecer, una de ellas había hecho trampas al póquer la noche anterior.
Cuando hube recuperado mi frecuencia respiratoria habitual, y mi pulso dejó de latir al ritmo del chá-chá-chá, crucé la calle y entré en el edificio de apartamentos donde resido. Me detuve a esperar el ascensor. Cierto es que la voz de la señorita que hay grabada me recordaba desagradablemente a la de una novia que tuve en mi juventud, y que tenía un notable parecido con el ama de llaves de Rebecca, pero preferí escucharla antes que arriesgarme a morir de un paro cardíaco en mitad de la escalera.
Meditaba acerca de los efectos que podrían provocar un par de patadas, propinadas con la conveniente saña, en el mecanismo de la grabación, cuando una pierna kilométrica, de ésas que vienen normalmente por parejas, obstaculizó las puertas antes de que pudieran acabar de cerrarse.
Con un par de ágiles movimientos, la propietaria de tan portentosas extremidades introdujo su generosa anatomía en el estrecho cubículo, y yo dí gracias a los Cielos por haber nacido hombre.
- Hola. - Dijo.
- Gla. - Contesté.
- ¡Qué suerte! Casi no lo cojo.
- Mmmm....
- ¿Dónde?
- Ah, er... al, ehém, al segundo.
- ¡Qué casualidad! Yo también. Mi nombre es Vera Williams. Acabo de mudarme. Bueno; en realidad, aún estoy en ello.
- Oh, eh, Miles. Miles Pransky. Encantado.
- Igualmente.
Quise ofrecerme para ayudarla en lo que necesitase; subir bultos o muebles, colocar algún electrodoméstico, llenar su casa de pequeños Pransky Williams...
Pero callé.
La voluptuosidad de un organismo que desafiaba todas las leyes de la naturaleza, y a todo el código deontológico del Colegio de Cirujanos Plásticos del estado de Nueva York, me mantenía mudo.
Al salir del ascensor encontré que nos hallaba esperando mi viejo amigo Max, quien miró a la señorita Williams con la misma cara que pondría un niño si se quedase encerrado en una pastelería.
Mi amigo Max tiene toda la pinta de un zorro astuto. De hecho; podría pasar por un zorro. Es más; su nombre figura en la lista de especies protegidas.
- ¡Por las barbas de mi abuelo Arthur! - casí gritó mientras, en el interior de mi apartamento, se pimplaba su segundo vaso de ginebra - Pero; ¿Cómo es posible?
- Qué. Cómo es posible; qué.
- ¿Eres vecino de Tracy Angel, y no me has dicho nada?
- ¿De quién?
- Angel. Tracy Angel; la actriz. ¡Y no me has dicho nada! Serás...
- ¿De qué estás hablando?
- La mujer que subía contigo en el ascensor, y se ha metido en el apartamento de al lado; ¡Tracy Angel!
- No, no. Te equivocas. Se llama Vera Williams.
- ¡Y un cuerno, Vera Williams! ¡Esa mujer es Tracy Angel, la actriz! ¡Si lo sabré yo!
- ¿Actriz? ¡Actriz! ¿Qué dices? ¿Estás seguro?
- Mmjhemm...
- Pues no me suena... ¿Qué películas ha hecho?
- "Las alegres hijas del granjero te trabajan con esmero", "Bacanal en el camping", "Las tres Mosqueteras te enseñan su delantera"... Ya sabes; cine de autor.
Aquello me produjo una fuerte impresión. Casi tan grande como cuando la policía detuvo a la abuela Pransky porque, al parecer, se ganaba unos pavos extra traficando con hongos alucinógenos.
Huelga decir que no hice ni maldito caso a mi amigo Max, en ningún momento de las dos horas largas que duró su visita. Cuando se tienen encima cincuenta años, dos divorcios y una úlcera péptica, la idea de tener de vecina a una joven y lozana estrella del cine para adultos acapara toda la atención de tu masa gris, y acaba concentrando todo tu torrente sanguíneo en un punto situado bastante por debajo de tu línea de flotación.
Aquella noche no pegué ojo. Dí vueltas y más vueltas sobre la cama; y bañado en sudor, pasé las largas horas de la madrugada atormentado por febriles fantasías. En algunas de ellas mi nueva vecina, haciendo uso de distintos disfraces cada vez, ponía en escena coreografías orgiásticas imposibles.
En otras; se presentaba en mi domicilio con alguna excusa inocente, como pedirme que le ayudara a desatascar el fregadero, por ejemplo, y una vez en la cocina me lanzaba sobre la mesa,
y me examinaba de todas las posiciones del Kamasutra, empezando por los números impares.
Un horror.
Al día siguiente; mientras realizaba mi aseo matutino, decidí que había sacado todo aquello de quicio.
- Viejo idiota. - Me repetía una y otra vez, entre risas. - No estás en edad de pensar en estas cosas. Es lógico que te sientas raro, hace tiempo que te retiraste de la circulación, pero... ¡Bah! Viejo idiota. Venir a tu casa... Aprovecharse de tí; ¡De tí! Además; que no has leído el Kamasutra.
Me serví un café, cuya fórmula merecería formar parte de la biblioteca de los Borgia, y un zumo de naranja, absolutamente artificial, y me dispuse a hojear el periódico.
Y entonces sonó el timbre de la puerta. Y al abrir; me encontré de bruces ante aquella mórbida encarnación del deseo y del pecado.
- Hola.
- Gla.
- Miles. Eres Miles; ¿Verdad?
- Mmmm...
- ¿Te acuerdas de mí? Soy Vera, la nueva vecina. Nos conocimos ayer; en el ascensor.
- Ssssss...
- Verás; es que tengo un pequeño problema. Quería lavar los cacharros del desayuno, y resulta que el fregadero está atascado. Me preguntaba si tú podrías...
No dí tiempo a que terminase de hablar. Huí de allí entre alaridos histéricos, y no paré hasta llegar a Boston.
Aquí se está bien. Hay aire puro, la gente es amable, y los hermanos de la orden en la que estoy recluido tienen prohibido el cine, y obligado el voto de castidad.

sábado, 25 de julio de 2009

Tito Andrónico

Érase una vez que, en un país muy lejano, gobernaba un señor bajito, con bigote y con acento tejano, al que todo el mundo quería mucho. (Vale; quererle, quererle, sólo le querían sus amiguitos; el mandamás de la lejana Yankilandia, y el del Reino de la pérfida Albión. Pero, después de todo, esto es un cuento. Así que...).
Como todo gran prócer que se precie de serlo, el mandatario de acento tejano tenía una hija, bellís... bueno; resultona, que estaba en edad de ser desposada. Y lo fue con fastos, pompa, circunstancia y langostinos, y con un señor guapís... bueno; resultón.
Y lo hicieron (lo de casarse) en El Pardo, que queda como muy fach... bueno; tradicional. Que hay quien jura que la noticia del enlace se pasó, al día siguiente, en el telediario, con la melodía del No-Do como fondo musical.
Que tú me dirás; ¿Y ahora ésto; a qué viene?
Pues viene a que un grupo de teatreros, de cómicos, aprovechó este acontecimiento para crear uno de los trabajos más corrosivos, vitriólicos y demoledores (y por tanto; más divertidos) que he tenido la oportunidad de ver nunca en teatro. Y de teatro he visto un poco, te lo juro...
La pieza la montaron en un salón de banquetes de boda, y se tituló: "Alejandro y Ana; lo que España no pudo ver de la boda de la hija del presidente". Ellos eran Animalario.
Los mismos que, desde el 30 de Julio al 30 de Agosto, presentarán en El Matadero, en Las Naves del Español, su "Tito Andrónico".
Si te paras a pensarlo; resulta natural la evolución del grupo, desde una sátira bufonesca como la anteriormente mencionada, hasta la adaptación del clásico de Shakespeare. Sobre todo si recordamos la sobrecogedora "Hammelín", punto medio entre ambas. Pero uno no puede evitar quedarse con las ganas de volver a verles destilar ácido sobre un escenario. Hace poco; Roberto Benigni con su "Tutto Dante", en los Jardines de Sabattini, nos calmó un poco este apetito. Pero qué coño; seguimos echando de menos un Fo.
Echa esta modesta reflexión; he de recomendarte, encarecidamente, que vayas a verla. Por Nathalie Poza, por Javier Gutiérrez, por la dirección de Andrés Lima, por Fernando Cayo (si está la mitad de bien que en "La Vida es Sueño", será un regalo impagable)...
Así que; andando.
Por cierto; ¿Quieres saber cómo termina el cuento?
Pues los recién casados, tan guapís... bueno, tan resultones ellos, fueron felices y comieron perdices. Y el gobernante de aquel país tan lejano, una vez retirado, acabó afeitándose el bigote y dando conferencias en Yankilandia.
Tal cual.
Y colorín, colorado, este cuento...

martes, 21 de julio de 2009

Para Ana. Linda y Fatal.

Quise ser escritor al darme cuenta de que no me sentía lo bastante capacitado como para dedicar mi vida a desempeñar ningún trabajo honrado.
Así que recuperé unas rancias gafas de pasta, que llevaban largo tiempo olvidadas en un cajón, me vestí con mi vieja americana de tweed con coderas, y compré una botella de whisky. Aunque debo decir que esto último fue una mala idea. El alcohol interacciona con el Tranxilium y con los laxantes, y me sienta fatal.
Durante semanas anduve aporreando mi vieja Olivetti con saña, hasta que conseguí arrancarle lo que sin duda será la novela definitiva del siglo XXI ("¡Oh, cielos! ¿Por qué a mi?") en la que narro, con un fino sentido del humor, y una erudición que para sí quisieran muchos blockbusters, las tribulaciones por las que debe pasar un musulmán empleado en una fábrica de embutidos de cerdo para salir adelante en el New York de los años cincuenta.
Huelga decir que intenté vender mi obra por todos los medios. Si bien es cierto que el aliento de Las Musas separa nuestras demandas de las del resto de los mortales; los escritores aún sentimos la incómoda necesidad de nutrir nuestros estómagos de una manera razonablemente regular.
Así que; cuando aquél viejo editor de Bethune Street insinuó que mi manuscrito sería idóneo para engrosar la pila de madera y de papeles viejos que habían de servir de combustible para su chimenea, decidí que era tiempo de buscarme un agente.
Lo encontré encarnado en la persona de Ida Kaufmann, con despacho en Lexington Avenue. Y debo decir que es una mujer encantadora.
Admito que resulta desconcertante que cada vez que entra en una habitación suene música de órgano y se respire un intenso olor a azufre. Y tampoco ayuda, a qué negarlo, que su piel posea un cierto tono violáceo y que su perfil, mirado desde un determinado ángulo, recuerde indefectiblemente a Goebbels. Pero cada vez que dice: "Veinte por ciento", uno no puede evitar que se le ericen los pelos del cogote.
Ida ha sido lo mejor que me ha pasado. Sin duda. Le perdono esa manía, tan suya, de firmar los contratos con sangre. No doy mayor importancia a su colección de muñecos de vudú, y disculpo esa excentricidad, tan encantadoramente snob, de aborrecer la luz del sol.
Ida es mi agente.
Gracias a su esfuerzo; yo he sido el redactor de la carta de menús del restaurante Lin Yu.
Si no hubiera sido por sus hábiles gestiones, yo jamás habría escrito la esquela del señor Ibrahim W. Singer, ni el texto que leen los locutores de la cadena de supermercados Marty's.
Así que; tío Alvy, entenderás que me sienta en deuda con esta mujer, que ha conseguido tornar mis sueños, tal vez fantasías, en realidades.
Sí, de acuerdo, es mío el texto de la nota que leyeron los terroristas.
Pero y yo; ¿Qué sabía?
¿Pueden ponerse frenos a la labor creativa? ¡No! ¡Definitivamente!
¿Que Ida es un monstruo? ¡Tonterías! Es tan sólo un instrumento del Destino, usado para dar a conocer el talento de seres que, como yo, vivimos absortos por y para nuestro arte.
Tío Alvy, te lo ruego, tienes que aclarar este terrible malentendido. Diles que yo nunca he tonteado con el comunismo, que no bailo desnudo bajo los efectos del vodka y que no reniego de ninguna fe (sea la que sea).
Diles que soy, tan solo, un pobre bardo. Bueno; mejor no. Mejor diles que soy mecánico, o panadero.
Y encuentra a Ida. Seguro que ella es capaz de explicar por qué estoy en una prisión de máxima seguridad, vistiendo un mono de color naranja.
Y sobre todo, querido tío; la próxima vez que vengas a visitarme, no me traigas jabón en pastillas. Prefiero un envase de plástico, con dosificador.

lunes, 20 de julio de 2009

Hablando de...

No he podido evitarlo. Paz me ha mandado esta imagen, tras leer mi post anterior y... Bueno, que no he podido resistirme. Lo entiendes... ¿Verdad?

domingo, 19 de julio de 2009

¿Por qué este payo me recuerda a Güemes?

No faltará quien me eche a los perros. Ni quien diga que estaría mucho mejor con la boca cerrada. ¡Que quién me manda meterme en todos los charcos!
Mira que hago propósito de enmienda, y todos los días me digo: "Hoy no, Paco, majete. Hoy no te metas con la tita Espe."
Y que a mí, personalmente, no me ha hecho nada. Es más; la tengo comparada con la bruja de Blanca Nieves (que tiene mala leche, gestiona mirándose al espejo y es verde, pero es entrañable).
Pues nada, no falla. Siempre hay alguien (en este caso el amigo Juanchito Domínguez) que te manda algo; un vídeo como éste que te adjunto, pongamos por caso, y le pega una patada en el culo a tus buenos propósitos, y hace que se te caliente el pico.
Échale un ojo. Merece la pena. Lo malo que tiene es que a la mitad, o así, se te congela la sonrisa en el rostro. Porque lo que hace el pollopera de consejero éste en la ficción, es lo que hace Güemes en nuestra Comunidad. Y antes que él; Lamela (por cierto; ¿Ya no se acuerda nadie de Lamela? ¿Se fue de rositas? ¿No decían nuestros mayores que el crimen no compensa?).
Espero que la gente que vea cosas como el trabajo de los chicos de etb, se de cuenta de que los nuevos hospitales inaugurados de poco tiempo a esta parte en Madrid, no están tan lejos de asemejarse al del gag. Que los profesionales de la Sanidad aquí están más desprotegidos que nunca (avanzamos hacia la privatización a paso de gigante) y que el electoralismo barato, mortal como la peste, mantiene engañado al pueblo, que no ve (o no quiere ver) la realidad.
Lamentablemente aquí, como diría Lucía Etxebarría; mientras hay vida... hay Esperanza.

miércoles, 8 de julio de 2009

Michael Jackson

Me vas a perdonar, ya que nada hay más lejos de mi intención que herir susceptibilidades. Y quiero que conste en acta que guardo el mayor de los respetos hacia todas las devociones, sean o no de éste mundo. Así que no te me rasgues las vestiduras, no me taches de insensible, y no me recrimines esta entrada, que te juro por Arturo que no está publicada a mala fe.
Pero es que debo confesártelo: mi vida no ha cambiado, lo más mínimo, por el hecho de que se haya muerto Michael Jackson. Qué quieres que te diga.
Hombre; claro que lo siento. Yo nací en el año 71, así que te puedes figurar; gran parte de la banda sonora de mi historia la ha compuesto e interpretado este muchacho, por lo que la noticia de su fallecimiento me ha impresionado, claro. Y estamos de acuerdo en que su existencia ha sido muy triste, en ocasiones dramática...
Pero ya.
También forma parte de mi historia Antonio Vega, y sólo le dediqué un escueto "descanse en paz". ¿Por qué con Jackson debiera ser diferente?
Si te fijas en la fecha de mi anterior entrada, y en la de ésta; verás que ha pasado bastante tiempo. Y eso es porque estoy de vacaciones, en Asturias. En medio de los más verdes bosques. Así que en mi presente, ahora mismo, sólo hay caballos, sidra, buena compañía y algo de lectura.
He intentado olvidarme del trabajo, de las prisas, de las presiones del día a día (Lo necesitaba; he estado al borde del colapso)... Y me he venido con la firme promesa de no abrir el correo, ni escribir nada de nada, hasta mi vuelta a Madrid.
Pero hete aquí que El Destino (que es caprichoso, como una vieja diva del teatro) me ha obligado a realizar unas gestiones vía Internet, y la curiosidad me ha hecho consultar mi cuenta, y...
Y tengo un montón de mensajes que tratan, de una manera o de otra, acerca de Michael Jackson.
Y hay incluso varios remitentes que opinan que yo puedo aportar algo a toda la montaña de chorradas y de despropósitos que se ha venido publicando en la prensa, y que hemos visto por televisión, en los últimos días.
Pues lo siento; pero no. No me sale. Si tú te empeñas en llamarle el Rey del Pop; estupendo. Me parece bien. Si crees que su perdida es irremplazable; estoy de acuerdo. Toda vida que desaparece es una pérdida irremplazable. Si de repente te han entrado unas ganas locas de adquirir la discografía completa del artista; tira. La pasta es tuya; gástatela en lo que quieras.
Si crees que tu vida ya no volverá a ser la misma... Bueno; dos tragos largos de orujo lo curan todo. Y si no; te puedo recomendar unos ansiolíticos que van muy bien pa estas tontunas. Y hay un médico, en Zúrich, que aún emplea el electroshock. Tú verás.
Resumiendo: que digas lo que quieras. Que todo el mundo lo hace. Que de repente; un ser extraño, más zumbao que las maracas de Machín, capaz de arriesgar la vida de su hijo suspendiéndolo sobre el vacío a través de la ventana de un hotel, un hombre que era blanco habitual de las bromas del mundo entero (mira; consiguió ser blanco de alguna manera, al fin), que incluso se autoparodió (apareció en "Men in Black II"), interpretándose a sí mismo como un extraterrestre, alguien a quien no le dejarías las llaves de tu coche, en fin, acaba convirtiéndose en una especie de Dios (lo han dicho, palabrita). Y ya no estaba loco; es que era megasensible. Y ya no era rarito; es que era un genio. Y ya no era un tipo que tenía que jugarse (literalmente) el físico para intentar menguar un poco sus deudas; ahora todo el mundo mundial hemos sido fans acérrimos, y tenemos todos sus discos, e íbamos a ir a todos sus conciertos. Ya.
Bueno; pues tú puedes decir lo que quieras. Que qué buenos somos todos, después de muertos.
Pero yo no diré nada de eso. Yo sólo diré:
Descanse en paz.

domingo, 21 de junio de 2009

Sitcom

Vale. Pregunta peliaguda la del amigo Juan, que quiere saber, literalmente, que "coño" es una Sitcom.
Voy a intertar responderte, lo mejor que pueda.
Sitcom es la abreviatura de Situation Comedy, o sea; comedia de situación. Se trata de un formato en el que la continuidad y el humor, basados en la situación y en elementos cotidianos, y reconocibles para la audiencia, persiguen la fidelización del espectador, que se familiariza con los personajes, los decorados y las situaciones, y espera volver a encontrárselos cada semana.
Eso lleva implícita una característica inherente al género de la comedia, y que rara vez se incumple en una sitcom: el final feliz, que asegura la repetición y la perdurabilidad de la historia.
Algunas de las más conocidas sitcoms son I Love Lucy, La Hora de Bill Cosby, Los Roper, Cheers, Frasier, Seinfield, Will and Grace...
La más conocida de las pioneras (que no la primera) fue I Love Lucy, protagonizada por Lucille Ball, un ama de casa un tanto... "especial". Aún hoy se repone este trabajo en los canales estadounidenses.
No todo lo que veas será una sitcom. En España (por ejemplo) no existe una tradición al respecto, por muchos motivos: es un formato genuinamente americano, debe durar no más de 22 minutos, su edición ha de ser semanal, y debe rodarse con público.
Así que jodido habemus.
Lo más parecido a una sitcom que se ha producido en este país han sido 7 Vidas, y Aída (su spin off). Aunque digo lo más parecido porque, por ejemplo, ambas incumplen una de las reglas básicas: la duración.
Los Hombres de Paco, lo siento, no es una sitcom. Primero; porque es una dramedia, es decir; un formato que mezcla humor con situaciones dramáticas. Segundo; porque dura unos 50 minutos. Y tercero; porque basa su comicidad en los gags dispersos por la trama, y no en la situación.
Bueno; no sé si esto te ha servido de algo. Espero que sí. Por si acaso; te dejo con dos fragmentos (hallados en Youtube) de las dos mejores sitcoms de la historia de la televisión, sin duda. Al menos; hasta la fecha. Son, cómo no; Frasier y Will and Grace, respectivamente.
Un saludo.
























El perfecto gilipollas

Le estuve observando durante un rato. Tan satisfecho de sí mismo consigo mismo. El jodío.
Su gorra de béisbol puesta, con la visera pá tras. La cabeza de Camarón, del tamaño de una nuez, prendida en la cadena de oro. Bien visible.
La camiseta de la NBA tres tallas más grande, y los pantalones tan bajos que enseñaba medio calzoncillo.
El carro tuneado con llamaradas, con Kanjis japoneses, y con el toro de Osborne. Con su nombre, y el de su churri, grabaos a Loctite en el maletero (el "Pecas" y la Jenny; por poner un ejemplo).
La música; chunda, chunda, chunda, a todo trapo; claro. Que es generoso el muchacho, y desea compartirla con el resto de la humanidad.
"Vi a subirlo un poquito, quen Burkina Faso no me se oye".
Una cara de bestia parda que tira pa ´tras. Pero eso sí; las cejas depiladas, las patillas dibujadas con escuadra y cartabón, y el arito de oro en la oreja.
El gilipollas.
Pues que resulta que el tipo al que he descrito es un vecino. De mi bloque. Que habrás adivinado que no me tiene especialmente contento.
Y ayer; cuando bajé la basura, le vi apoyado en su Seat León, con una mano sujetando las posaderas de su Jenny (atributo anatómico que, debo decir, en ésta muchacha lucha desesperadamente por no ceder ante los imperativos de la Ley de la Gravedad), y la otra ocupada, aliviándose algún picor en la entrepierna. Demostrando, una vez más; la mierda de herencia que nos dejó la LOGSE. Al menos en lo tocante a educación, respeto o modales.
Y sí; le estuve un rato mirando. Alucinando.
Debes comprender que, a mi edad, cada vez se está seguro de menos cosas. No sé si Dios existe, ignoro los mecanismos del amor o del odio, la política o la filosofía se me escapan, y la tecnología que hace posible que mi tostadora funcione me tié perplejo.
Pero ayer, en un mágico momento de lucidez; tuve la revelación, la certeza, de que quizá la perfección exista.
Este tipo, al menos, es un perfecto gilipollas.

miércoles, 17 de junio de 2009

Springtime for Hitler

Hoy he recordado varias veces Berlín. Por distintos motivos. Azahara me ha preguntado acerca de la ciudad (no nos veíamos desde antes de marcharme), mi amigo Olmedilla ha disfrutado más que nunca metiéndose conmigo (se pregunta si mi mochila es la versión moderna del baúl de la Piquer), han emitido en la tele un reportaje sobre vanguardias artísticas en el que los berlineses eran los verdaderos protagonistas, y hoy cumple años mi amiga Belén (con la que sí, estuve allí).
Quizá haya muchas cosas que pudiera mencionar antes que lo que voy a contarte, pero lo cierto es que no soy capaz de resistir la tentación. Ya me perdonarás, porque es una anécdota, de éstas de abuelo Cebolleta.
Verás:
Tuvimos la suerte de disfrutar de un tiempo magnífico, circunstancia que no parece ser muy habitual por esas latitudes, me temo, y aprovechamos todo lo que pudimos para pasear. Adoro patearme las calles. Adoro fotografiar los taxis (manías mías), comer cualquier cosa en un parque, charlar con las camareras y con los vendedores de periódicos, coleccionar propaganda teatral y, en general, anuncios y folletos curiosos...
Lo miro todo, lo pregunto todo, lo pruebo todo.
Te haces una idea de lo coñazo que puedo llegar a ser; ¿No?
Bueno; pues un día estábamos de ronda, cuando algo llamó mi atención. Era un cartel pintado de negro, con un águila imperial, y la esvástica, dibujadas en blanco, pegado en una marquesina de autobús.
No podía creerlo. Ojiplático me encontraba. "Pili, pellízcame" - dije.
Pero ahí estaban. El cartel y un moratón en el brazo.
Intenté descifrar el texto.
Ni idea, claro; hasta que leí una frase: "Springtime for Hitler".
Entonces se hizo la luz.
Aunque me resultaba de lo más surrealista: ¿Iban a representar "Los Productores" en Berlín? ¡Venga ya!
Y aquí es donde viene lo de la anécdota.
Resulta que hace años (muchos), Mel Brooks estrenó en Broadway un musical ("The Producers") basado en una película (suya, por cierto). Por hache o por be, acabó siendo un éxito. Tanto; que se plantearon exportarlo. Entonces en Madrid los musicales no eran algo que estuviera muy de moda, pero había un productor (no diré el nombre, porque somos amigos) que tenía visión de futuro, y decidió apostar. Así que un servidor se quemó las pestañas traduciendo el libreto y perdió horas adaptándolo.
Lo di todo. Me encantaba.
Y llegó el 2001. Y el 11 de Septiembre el mundo cambió, y la obra, que había obtenido 11 premios Tony, fue cancelada.
Y ya no parecía tan buena idea hacerla aquí. Así que tuve que guardar el libreto en un cajón.
Adoro esa función. Así que ver el cartel pegado en una marquesina (EN BERLÍN) me supuso, como comprenderás, un shock. Nunca he estado tan cerca de orgasmar (¿existe este verbo?) de placer como cuando estuve a punto de ser el traductor/adaptador/creador de la versión española de "Los Productores". Sí; con el tiempo, llegaron Santiago Segura y José Mota... Pero eso es otra historia.
Quizá cabecees, y digas; "anda, que lo que me ha contao..." Vale. Estás en tu derecho. Pero voy a pasarte parte de la letra del tema principal; "Springtime for Hitler". La lees.
Y luego me cuentas.
Ah; el de la foto es Nathan Lane, el genuino Max Bialystock.

SPRINGTIME FOR HITLER

CHORUS

GERMANY WAS HAVING TROUBLE,
WHAT A SAD, SAD STORY.
NEEDED A NEW LEADER TO RESTORE
ITS FORMER GLORY.
WHERE, OH, WHERE WAS HE?
WHERE COULD THAT MAN BE?
WE LOOKED AROUND AND THEN
WE FOUND,
THE MAN FOR YOU AND ME,

LEAD TENOR STORMTROOPER

AND NOW IT´S...
SPRINGTIME FOR HITLER AND GERMANY...
DEUTSCHLAND IS HAPPY AND...
...GAY!
WE´RE MARCHING TO A FASTER PACE...
LOOK OUT, HERE COMES THE
MASTER RACE!
SPRINGTIME FOR HITLER AND GERMANY,
RHINELAND´S A FINE LAND ONCE MORE!
SPRINGTIME FOR HITLER AND GERMANY...
WATCH OUT, EUROPE,
WE´RE GOING ON TOUR!

SPRINGTIME FOR HITLER AND GERMANY...

CHORUS
LOOK. IT´S SPRINGTIME

STORMTROOPER

WINTER FOR POLAND AND FRANCE.

CHORUS and STORMTROOPER

SPRINGTIME FOR HITLER AND GERMANY!

CHORUS

SPRINGTIME! SPRINGTIME

SPRINGTIME! SPRINGTIME!

SPRINGTIME! SPRINGTIME!

SPRINGTIME! SPRINGTIME!

STORMTROOPER

COME ON, GERMANS,

GET INTO YOUR DANCE!

lunes, 8 de junio de 2009

Edipo

Recuerdo un magnífico artículo de Ray Loriga, a propósito de Iván Zulueta, en el que el escritor madrileño aseguraba guardar una copia de la película "Arrebato", en Beta, como un tesoro del que, obviamente, no podía disfrutar. Me pareció una imagen muy poética, cargada de nostalgia, o de respeto, o de las dos cosas. Ahora el film está en DVD, y supongo que Loriga ha podido destapar de nuevo la caja de los truenos. No voy a contarte las circunstancias en las que yo la descubrí, no quiero aburrirte. Tan sólo te diré que es el primer trabajo que recuerdo haber visto de Eusebio Poncela.
Mucho antes que "La Ley del Deseo".
Esto viene a cuento del estreno en el Matadero, en las naves del Español, de "Edipo. Una trilogía", un montaje dirigido por Georges Lavaudant, a partir de los textos "Edipo Rey", "Edipo en Colono" y "Antígona", de Sófocles.
No, no levantes la ceja. No dejes que el hecho de que sea un clásico te desanime. Clásico no siempre equivale a tostón. Ten en cuenta que la traducción del francés la firma Eduardo Mendoza, lo que a más de uno nos hace poner los ojos en blanco y salivar de expectación. Y no olvides que lo protagoniza Eusebio Poncela.
Alguna vez dije, aquí mismo, que ya no quedan autores malditos. Espero que tampoco haya actores malditos pero, si es así; seguro que él es uno de ellos. Y no se lo merece. Porque probablemente nadie mejor que Poncela ha sabido huir de las etiquetas y de los clichés, y ha vivido su profesión de la manera más personal, y más libre.
Yo iré (no me lo perdería por nada). Y te recomiendo que vayas también tú. Sí, sé que el teatro es caro. Mucho. Escandalosamente caro. Sí, sé que hay ofertas, a priori, más atractivas.
Pero piensa en algo: ¿Tendrás, otra vez, esta oportunidad?
Por cierto; no sé si Ray Loriga se ha comprado "Arrebato" en DVD, o si ha vuelto a verla.
De lo que estoy seguro es de que no ha tirado su vieja copia en Beta.
Porque, como diría Sabina; sólo calan los huesos, los besos que no has dado.

viernes, 5 de junio de 2009

Si es que no puedo evitarlo...


http://www.youtube.com/watch?v=MNSwg__jFuE

La música del clip es de Coldplay. Las imágenes son, cómo no, de "Otoño en Nueva York".

martes, 2 de junio de 2009

La prensa en Domingo

El Domingo compré un par de periódicos. Mi plan era dar un paseo; hacía un día espléndido, y hojearlos con calma, a esas horas en las que el vermucito te ha abierto las ganas de atacar una buena paella. Con el propósito de no llevar a casa más que un par de kilos de papel (ojo a la sutil ironía), abrí las fundas de plástico y me dispuse a tirar todo aquello que no quería.
Suplementos de empresa: no, gracias. Suplementos de empleo: no, gracias. Suplementos de relax: no, gracias. Los Mil Mejores Cuentos del Mundo: no, gracias. Complete su colección de figuritas de porcelana: no, gracias. La semana fantástica de El Corte Inglés (los únicos capaces de hacer que una semana dure del 29 de Mayo al 30 de Junio): no, gracias. Móntese usted mismo la Torre de Pisa en dieciocho semanas: no, gracias. Y más.
Con lo que sí me quedé fue con una película; "El Hundimiento", protagonizada por Bruno Ganz y con un, ehém, con un deuvedé en el que Eva Mendes aparece dando clases de Aeróbic.
Una vez me hube deshecho del sobrante, dio comienzo la inspección (Yo leo los periódicos comenzando por la última página. Manías mías).
Horóscopos, programación de la tele, cultura (o miscelánea; porque ahora te meten la reseña de un libro junto a la foto del último sarao al que ha asistido Paris Hilton, y se quedan tan anchos), cartelera... y las noticias.
Desolador, oyes.
Berlusconi bloquea la difusión de sus fotos en fiestas privadas junto a menores, E.E.U.U. amenaza con responder al desafío atómico norcoreano, P.P. y P.S.O.E., haciendo gala de ese peaso de nivel Maribel, de esa política de altura que se me gastan (sí, es otra sutil ironía), avanzan hacia las elecciones europeas del 7 J haciendo butifarradas populares uno, y el otro footing, o jogging, o como coño se le llame ahora a lo de correr por correr, sin que te persiga la policía, ni nada.
El Día de las Fuerzas Armadas demostró, como no podía ser de otra forma, el buen rollito que nos caracteriza allá por donde vamos. Marcando estilo. Con ese ejército superplural, multiétnico, jovenaunquesobradamentepreparado, tecnológico y fotogénico que te peich. Y políticamente correcto, que ya que estamos, no nos despeinamos por menos que salvar las vidas de tres miembros de la O.N.U. Chaval. Que vamos de sobraos, ya ves. ¿Que hay que hacer un desembarco? ¡Pues toma exhibición aeronáutica en la playa del Sardinero, en Santander, a ritmo de Rock and Roll! Te lo juro por Arturo. Digo yo que menos mal que no se le ocurrió a nadie poner "La Cabalgata de las Valquirias", a lo Apocalypse Now, porque hubiera sido el acabóse. Sobre todo cuando aquél blindado piraña se quedó varado en la arena, ehém, mira tú.
La Familia Real... bueno; ellos con sus cositas; ya tú sabes.
Y por si no bastaba con que una ministra dude de si un feto de trece semanas es, o no, un ser humano (la Aído y sus puntitos), ahora también se pretende desde el gobierno que las menores puedan abortar sin el consentimiento y/o conocimiento paterno. Para ponernos a la vanguardia de la vanguardia en lo que a igualdad, a derechos humanos y a corrección política se refiere. O sea; expertos del todo en mirar para otro lado mientras silbamos.
Cerré la prensa, preocupado. Cabeceé, intentando digerir lo que acababa de tragarme. Cerca de mí un anciano, sentado en un banco, me miraba. Me encogí de hombros, en un gesto que podría leerse como; "compadre, hay que ver". Y él sonrió, como si me leyera el pensamiento y estuviese de acuerdo del todo.
Huelga decir que no me tomé el vermú. Subí derecho a casa, a comer.
Y me puse el vídeo de Eva Mendes.

martes, 26 de mayo de 2009

Un yenesecuá

Hay días en los que uno debiera quedarse en la cama, tapadito hasta la línea de flotación, y levantarse solo de cuando en cuando, para ir a aliviarse al baño. Hoy, para mí, es uno de esos días.
Te cuento:
A una hora indecente de la mañana la caldera de mi casa ha expirado, descanse en paz, entre agónicos estertores. A tomar por saco mi ducha matinal diaria, hasta que se haga efectivo el milagro de Lázaro.
Después me he enterado de que tenía que haber asistido a una reunión importante que te pasas, jo tío. Reunión que me he fumado tranquilamente.
Como no hay dos sin tres; Javier Arguinsonís me ha llamado, para decirme que una de sus actrices se ha marchado de viaje fuera del mundo mundial. Así que el estreno de "Las Bolas Chinas" se ha visto pospuesto, sine die.
Y para rematar la faena, acabo de leer un correo que un señor me ha enviado, afeándome la entrada anterior.
Y he estallado. Tú dirás.
Si es que no aprendo. Hay que ver. Se me calienta el pico; y me lío a tirar tajos con la chaira, y al final acabo acertándole a alguien en el bajo vientre. Y luego pasa lo que pasa.
Resulta que este buen señor está ofendidísimo conmigo. Mira tú.
Que cómo puedo tener tan poca verguenza, me dice, de ir de liberal y de rojo, y de guay del Paraguay, y hacer sin embargo mofa, befa y escarnio de la heróica lucha, ya ves, de los esforzados jovenzuelos que posan defendiendo sus ideales, tan divinos, frente a la Plaza de Toros de Las Ventas.
Ellos y ellas. Oyes.
Que parece mentira que yo (¡Oh, Cielos, yo!) defienda la fiesta taurina y la trivialice, mari, y no me apiade del sufrimiento de los pobres animales.
Tal cual.
En alguna otra ocasión he padecido los ataques de gaznápiros integristas (échale un ojo a los comentarios de algunas de las entradas de mi blog anterior). Y debe irme la caña; porque leyendo a este señor he disfrutado más que Ernesto de Hannover de visita en una destilería.
Quede claro que, por norma general, no contesto a estas chorradas. Pero es que hoy, qué quieres que te diga, tengo un algo rondándome por la cabeza, un yenesecuá, que me pide a gritos que me desquite con el mundo.
Así que...
En primer lugar; mire usté, buen hombre, yo amo incondicionalmente a los animales. De todo tipo, incluido a algún que otro ser humano. Le partiría el alma a cualquier malnacido que maltratase a un perro, a un gato, o a un jilguero, pongamos por caso.
Pero creo también que no es lo mismo lanzar a una pobre cabra desde lo alto de un campanario (salvajada propia de neanderthales, y de algunos catetos de España), que enfrentarse a un morlaco de seiscientos y pico kilos, capaz de dejarte listo de papeles de una cornada en un decir Jesús. Y eso no me hace defensor de ninguna postura. Como ya dije; ésa no es mi guerra.
Y como me preocupé de intentar dejar clarito, creo que un hombre que se vista por los pies debe defender sus ideales, hasta el final. Y si estos consisten en despelotarse frente a una plaza de toros, para protestar, pues vale.
Y yo no voy de nada, querido señor. Si acaso; me revientan las criadillas los cobardes que, como usted, se amparan en el anonimato, en lo políticamente correcto, en el cójamela con papel de fumar, sirvuplé, no vaya a ser que alguien se ofenda. En ellos y ellas, políticos y políticas, guapos y guapas, jóvenes y jóvenas, oenegés y oenejás, etc...
No vaya usted a pensar que todos los que están a la izquierda son pacifistas, ni todos los que están a la derecha son terratenientes. No sea tan simple, por favor.
Y no me venga con demagogias baratas. Que hoy he tenido muy mal día, y no estoy para perder el tiempo con memeces.

domingo, 24 de mayo de 2009

No entiendo nada

Ojiplático me hallo aún. Y lo que me queda, oyes. O sea.
Verás, te explico:
Resulta de que estaba viendo yo el telediario (que es lo que tiene ser artista, o artisto, que de vez en cuando te asomas al alféizar de la ventana más alta de tu torre de marfil, para ver como le va al pueblo llano; ya ves), y me he quedado de piedra viendo un reportaje en el que un grupo de jóvenes y jóvenas protestaban contra la fiesta de los toros, en pelota picada, frente a la Plaza de Las Ventas.
A ver; no me malinterpretes. A mi; ver a un grupo de chavales con sus piercings, y sus tatuajes, y sus pelos teñíos, y sus banderillas pegadas a sus carnes morenas, que se solidarizan un huevo con los pobres astados, me parece bien.
Y no voy a entrar en si es cruel, o no, una corrida. O si habría, o no, que prohibirlas. Ésa no es mi guerra.
Aunque tengo una idea muy personal al respecto.
En mi opinión; en una plaza un tipo se enfrenta, cara a cara, a un animal.
El hombre se juega la vida. Solo. Nunca amparado por la muchedumbre cobarde y acogedora, ésa que convierte en gallito al más mezquino. Está solo.
Y el toro tiene la oportunidad de llevarse por delante al hijoputa que le está atormentando.
A veces muere el toro. A veces el torero. Son las reglas. Punto.
Pero no hablaba de eso.
Después de ver el reportaje, en el que un periodista idiota preguntaba a un activista fashion de lo last que te peich, de los de P.E.T.A. de toa la vida (amos, por Dios), que qué creía él que sentía el toro cuando le picaban (te lo juro por Arturo), y el otro le decía, compungido mazo, que era incapaz de explicarlo con palabras, me ha quedado como un gusanillo dentro. Un reconcome.
Una mala hostia que te vas de vareta; para ser claros del todo.
Porque yo miro a mi alrededor, y veo una tasa de paro que crece día a día.
Porque después del desastre que provocaron Maravall y Solana con su L.O.G.S.E de los cojones, pocos son los menores de treinta años, y qué verguenza me da decir esto, capaces de citar de corrido más de tres ríos de España (y mucho menos ubicarlos geográficamente), y hasta para sumar deben echar mano de la calculadora. Y no hablemos de Historia, Lengua, Literatura...
Porque la Sanidad aquí (sí; aquí), se va a la mierda a paso de gigante (¿hablamos de las progresivas, y si no lo remedia nadie, imparables privatizaciones?). Y el causante es el pepé que comanda la señora doña Esperanza Aguirre.
Porque me piden, con todo el descaro del mundo, en la televisión (pública y privada), que marque en mi declaración de Hacienda la casilla que aporta beneficios a la Iglesia Católica, no destinándolos, por tanto, a causas sociales... digamos laicas.
Porque hay censura. Joder. En un país al que no puedo llamar España (Hispania, Hesperia), denominación con la que se conoce a este pedazo de tierra desde hace treinta siglos, porque siempre habrá algún gilipollas que me tildará (a un republicano por convicción, de toda la vida) de fascista. Manda huevos.
Y no veo que ningún soplavidrios se mueva, lo más mínimo, para intentar cambiar las cosas.
¿Dónde han quedado los movimientos que, inspirados tal vez por el Romanticismo, pretendían cambiar el mundo? ¿Dónde Woodstock, o Mayo del 68? ¿Dónde el punk, dónde la anarquía? ¿Dónde derribar muros y fronteras? ¿Dónde están aquellos luchadores? Sujetos con corbatas de seda.
Tengo ya canas en la barba y, a estas alturas; estoy convencido de que a un hombre solo le quedan sus normas, sus principios. Ésas reglas del juego que nunca se deben transgredir. Y a las que hay que ser fiel. Aquellas por las que hay que luchar hasta el final.
Así que si a un peliteñido, de piercing en la nariz, y tatuaje del Ché en el hombro, le da por jugarse el culo (bueno; más bien por enseñarlo) en defensa de los toros... pues vale. Olé sus criadillas.
Pero qué quieres que te diga...
Qué quizá ya estoy muy viejo. O que yo tengo una escala de valores distinta a la del común de los mortales.
O que, sencillamente; no entiendo nada.

sábado, 23 de mayo de 2009

Berlín

Acabo de volver de Berlín. He estado fuera durante una semana, en un viaje de (literalmente) placer. Pero todo se acaba. Sigh!! Odio, ya lo dije alguna vez, a los soplavainas que se deleitan en practicar con sus amigos y / o conocidos, la tortura espantosa de enseñarles las doscientas cincuenta fotos, y las dos horas y media de vídeo de sus viajes. Así que paso de mostraros lo A-L-U-C-I-N-A-N-T-E que es Berlín.
Tan sólo os diré que su programación cultural rivaliza con la de NYC, o la de Londres, y que no tiene nada que ver con la farsa maniquea, pretenciosa y estupidizante de este Madrid tan querido, y tan maltratado.
Hay de todo. Y todo bueno.
Lo que va a pegar es "Mirandolina", de Goldoni. Pero hay Goethe, hay Ibsen, hay...






Sonia Torrijos

Sonia es una buena amiga y una gran actriz. Llegó de su Sevilla natal con ganas de comerse el mundo, y vaya si lo va a hacer.
Además de un encanto natural (tiene una sonrisa única), Sonia atesora dos cualidades imprescindibles en un buen intérprete: talento y paciencia.
Ahora ha viajado con su último trabajo, el cortometraje "El epígrafe Api" a Cannes. Ahí es ná.
Y te aconsejo que no la pierdas de vista:
la Torrijos dará mucho de qué hablar.

jueves, 14 de mayo de 2009

Las Bolas Chinas

¡¡¡ATENCIÓN, gente!!! Los chicos de Mataderotr3s Teatro, con el gran Javier Arguinsonís al frente, estrenan su versión; personal, fresca y llena de talento, de "Las Bolas Chinas"; mi... obra maldita. Aquella con la que pensé que nadie se atrevería. Quiero darles las gracias por echarle un par de arrestos, y tirar pa´lante haciendo gala de lo que son: unas personas muy especiales, llenas de amor por el teatro (y por el cine, y por...).
Gracias Javier, por tu generosidad. Gracias chicas, por ser únicas.
Podrás verla el último fin de semana de Mayo, y el primero de Junio, en la sala Mataderotr3s, en la calle don Felipe nº 9, en Madrid. En éste blog, y en la página del grupo, os informaremos de la hora de los pases, y de los cambios que pudieran producirse.

martes, 12 de mayo de 2009

Malas noticias

Hoy ha muerto Antonio Vega. No sé qué decir.

Descanse en Paz.

Javier

Esto sí que es un primo. Hijo de madre guapa y de padre (venga, vale, guapo también) más majo que toas las cosas.
Mi primo Antonio Javier, aparte de ser uno de los hombres más buenos e íntegros que conozco, es locutor de radio. De radio deportiva, claro, que algún defecto tenía que tener el jodío. Y su mujer, Ana, es un cielo. Y a mí se me cae la baba con su hijo Javier, a la sazón primo mío también, pero que se hace querer. Y no me quiero poner babosete, pero... ¡Ay! Es que no puedo evitarlo... ¡Que le quiero mucho, joé!
Así que; ¡Hala! Ahí va la foto de mi chiquitín.
Moríos de envídia.
Ah, primo... Yo sigo siendo del Club Deportivo Castuera... Se siente.



lunes, 11 de mayo de 2009

Nobleza obliga

A ver; que releyendo la entrada de ayer, me doy cuenta de que podría haber sido un pelín más preciso a la hora de dar indicaciones a la amiga Espinosa. Y como la muchacha me cae bien, qué carajo, y fue tan sincera y emotiva a la hora de contarme sus cosas, creo que debo intentar ser algo más concreto.
Las entradas para Broadway, a mitad de precio, las compras en Times Square. Verás un cartel rojo chillón en el que se lee TKTS. Hombre; si no las puedes pillar ahí, tienes un TKTS en Broadway, esquina con W47th st. (Pero éstas no son a mitad de precio, y son para el mismo día).
Luego está lo de los bagels. No los confundas con los bialys. Los primeros son como aplastados, con sésamo o no, y tienen un agujero en el centro. Te dije que se podían rellenar de casi cualquier cosa y es cierto, pero la caña es pedir "a bagel and a schmear", que viene a ser un bagel con queso cremoso. Se pueden rellenar hasta con salmón, fíjate.
Los bialys son bollitos. Como panecillos. Pero no es lo mismo, mari.
Ah, y no los pilles a primera hora de la mañana.
Ve de museos. Please. En el MOMA verás obras de Picasso. Que sí, que también está Warhol (un gran publicista, todo hay que decirlo), pero que "Las señoritas de Avignón" te ponen los pelos como escarpias; también. Te lo juro por el honor de los Prizzi.
En Brooklyn encontrarás salas de teatro alternativas, lugares cuquísimos para tomar un hot chocolate, y la casa de Truman Capote.
Y en Queens... ¡Ah! En Queens está Flushing Meadows, y la casa de Louis Armstrong.
La ropa está bien de precio. Lo habrás oído antes. Yo me traje varios jeans por una cantidad bastante razonable de plata.
Y... Y bueno; ya está bien. Creo que he cumplido. Era lo menos que podía hacer. Después de todo; nobleza obliga.

domingo, 10 de mayo de 2009

Consultorio teatrero sentimental

Vayamos por partes; que dijo Jack el Destripador.
A Juan (Indescifrable) González: Deberías haber visto ya Gran Torino. Si no lo has hecho, y tienes la oportunidad; corre.
En cuanto a música, dos opciones; para asistir a un concierto, vete al de "La Mala Rodríguez", el 12 de Mayo, que está programada en las "Noches del Español". Si quieres pillar algún disco; "Love of Lesbian" acaban de editar uno, que recoge temas propios, desde 1999 hasta ahora. Una estrofa, de "Incendios de Nieve", que me encanta:
(...) "no serás capaz de odiarme,
si lo he empeorado aún más
que bajen tus labios y me callen
si no empezaremos a silbar "(...)
A Martina Espinosa: A ver, corazón, que no soy la Pilot Guide. Si quieres saber de Nueva York, deberías preguntar a Elvira Lindo, y a Ray Loriga, que son más cool, y saben mazo del tema.
Pero qué le voy a hacer... Si es que me han gustado todos esos emoticonos, y esas chuminaditas varias que le has puesto a tu mail... Así que voy a contarte un par de cositas que son guía de supervivencia básica en la ciudad de los rascacielos.
1. - Calzado cómodo. I-M-P-R-E-S-C-I-N-D-I-B-L-E. NYC es para patearla. Y es grande de cojones. No tengas miedo de coger el metro (Es más; hazlo, mola mogollón. Y pilla la Metrocard, que sale más barato). Pero el Midtown es para recorrerlo a golpe de zapatilla. Ni en Tanzania, ni en Noruega, ni en Cuba, ni en Egipto, ni en ningún lado, me han dolido los pies al término de una jornada tanto como en NYC.
2. - Sube al Empire a primera hora de la mañana. Madruga (¡Ah, te jodes!). La vista de la ciudad es la caña. Y no seas rata y coge la audio guía. En la opción de español hay una locutora de acento portorriqueño con la que te partes...
3. - En cambio; para subir al Top of the Rock, la mejor hora es la última de la tarde. NYC de noche es flipante. Y esas vistas...
4. - Al lado del Madison Square Garden (No levantes la ceja. Irás), hay una tienda pequeña, como escondida, del Dunkin Donuts. Caerás.
5. - No te preocupes por comer. La gente come por la calle, toma café por la calle... En fin; es otro rollo. Allí funcionan los Delis. Una especie de buffet donde encuentras todo tipo de comida. También hay tiendas donde comprar y take away (hay unas ensaladas de fruta que están de muerte), y los típicos burgers. Lo de los puestos callejeros es una imagen total. Te cuento; los bagels son unos bollitos que puedes rellenar de casi cualquier cosa. Los pretzels son una especie de rosquillas grandes bastante insulsas (aunque ganan calentitos, recién hechos). Y los perritos... Bueno; pues son perritos, aunque puedes añadirle casi de todo (depende del puesto).
6. - No te preocupes por el idioma. Se habla mucho español. Es más; ahora está de moda allí estudiar español.
7. - Dedica un día a Central Park. Merece la pena. Pero visita también el parque Bryant y túmbate un ratico en el césped.
8. - La bebida de moda desde hace años es la mimosa. Es un combinado de champán con zumo (generalmente de naranja). Está de muerte.
9. - ¡¡¡Por Dios!!! Debes ir a ver algún espectáculo. Preferiblemente; un musical. Hay lugares donde puedes adquirir entradas un pelín más baratas.
10. - Visita la Catedral de St. Patrick. Por tres motivos: es interesante, es la primera en la que se enterró a un hombre santo negro, y por delante de ella, todos los años, pasa el desfile del Orgullo Gay, desafiante, gritando: "¡Qué verguenza, qué verguenza!", en alusión al trato que los católicos mantienen con respecto a los gays.
Espero que te sirva de algo. Yo, como guía turístico, no valgo mucho.
Aunque ya que estamos; amén de todo lo anteriormente expuesto, y (sin duda) influenciado por todas esas caritas amarillas sonrientes, y todos esos ositos, y esos corazoncitos tan melifluos y cargantes que me enviaste, me vas a permitir que te diga dos cositas:
Me dices (corazón mío) que eres de color. Pero; ¿De qué color, hija? ¿Azul? ¿Roja? ¿Amarilla?
En mi modesta opinión, usar de eufemismos tales como "un hombre (o una mujer) de color", en lugar de decir, simplemente, un negro, o una negra, es hacer la rosca a todos esos cretinos guardianes de la moral y de las buenas costumbres, empeñados en descafeinarlo todo, en cogérsela con papel de fumar, acojonaos por un "no se me vayan ustedes a molestar". Seguirles el juego es subir el primer peldaño de la censura. Es darle pie a quien no valora tus cualidades como persona, si no que te evalúa por tu etiqueta. Como si importara tres cojones si eres alta o baja, azul o verde, hetero o lesbiana, Leo o Piscis...
Y cuando estéis en NYC aprovecha la oportunidad, y díselo. Si para él es más importante el color de tu piel, que tú misma, es que es un soplapollas. Y al darte cuenta a tiempo, eso que sales ganando.
Y no tengas miedo. Sólo se vive una vez y créeme; el tiempo pasa muy rápido.

sábado, 9 de mayo de 2009

El último superviviente

Que sí, que sí. Que cualquiera de nosotros ha vivido la experiencia de perderse en la selva amazónica, o en el desierto africano, o donde san Apapucio perdió la boina, y el marrón de tener que regresar por sus propios medios a la civilización. Pasándolas putas, of course.
Ya.
Y si aún no; pues seguro que alguna vez nos toca.
Eso, si aparcamos el Bemeuve, guardamos la plei, y damos un respiro al tabaco y a la birrita. Y si estamos tan gilipollas como para dejarnos caer por alguno de los lugares antes mencionados, y perdernos, claro.
Seguro que Peláez, mi vecino del segundo, barrigón y con dos niños, se ve alguna vez en la tesitura de tener que comer gusanos o cucarachas en algún lugar perdido de Borneo, para no morir de hambre.
Sí. No te jode...
Todo esto viene a cuento de un programa que emiten los fines de semana por la mañana (alrededor de las doce, o doce y pico) en Cuatro, y que se titula "El último superviviente". En él; a un payo inglés, militar de la armada de su majestad, tan mono, le dejan tirado en mitad de ninguna parte, armado con un cuchillo y un par de cojones, y teniendo que buscarse la vida.
O sea; que se la lían parda. Pero él aprieta los dientes, y arrea.
Ésto es; que viene a ser un "Lost", pero de un sólo tipo y sin J. J. Abrams.
Pero una cosa; tú frente a la tele lo pasas fatal. Pero fatal; ¿Eh? Que se te queda la aceituna del vermú ahí parada en el gañote, mientras ves al tipo sufrir que te peich...
¡Y venga a sufrir! ¡Y venga a padecer!
¡Un horror, vamos!
Y que digo yo... Éste pollo irá acompañado de un equipo. O al menos; de un cámara.
¿Y el cámara pasará por todas esas penalidades?
Yo creo que no. Vamos; que si yo fuera el cámara, no pasaría por eso. Lo tengo claro.
Y un inglés es más listo que yo... De largo.
Así que ahí lo tienes.
Con lo que me imagino la estampa: El soldadito muerto del asco, tragándose como puede algún asqueroso bicho para poder subsistir, y el cámara allí sentado, frente a él, zampándose su bocata de jamón, o de chorizo, o lo que coman los pérfidos sajones, y descojonao. Juar, juar. Mira que eres tonto, boy.
¿Quieres un poco, pá probarlo? ¡Ah, no! Que tú estás de supervivencia...
Pos hala, te jodes.
Y límpiate ahí, que tienes una patita de insecto en la comisura de los labios... Je, je.
Pues así, cada fin de semana.
Te recomiendo que lo veas. Que merece la pena, hombre.
Y ya ves; es que hay días en que esta entrada me la dan hecha.

jueves, 7 de mayo de 2009

Telefónica

Lo que te voy a contar es cierto. Te lo juro por Arturo.
Resulta que hace cosa de un mes, mosqueo más, mosqueo menos, suena el teléfono de mi casa / hogar / domicilio. Al otro lado de la línea una señorita, amable que te peich, me dice que es de Telefónica, mire usted. Que si tengo un momentito.
Sin darme tiempo a decir ni que sí, ni que no, se arranca la individua en una perorata de cinco minutos largos. Sin respirar, oyes. Que a los tres minutos, cincuenta segundos, ya dudaba yo si sobre la mesa, al lado del ordenata, tenía una jarrita de agua o un respirador portátil.
"Pues que verá usted, señor tan amable; que resulta de que hay una promoción hiper mega super fashion guay de lo last, para instalar la línea ADSL en su hogar, gratis del todo. Que sí, machote, que tienes que pillar la oferta. Que vas a ir tan rápido por la red, que no te lo vas a creer".
Le contesto dos mire usted, tres es que verá, un par de va a ser que y un que me lo tengo que pensar. Y ahí es cuando me empitona, cornada con dos trayectorias, una de ellas ascendente, tocando la femoral.
Al par de días, puntual como el acné a los quince años, aparece mi vecina con un aparatejo llamado router que un repartidor, que no le había hecho ni firmar ni nada, fíjate, le había dejado en custodia.
Respiro profundo, cuento hasta diez y brinco, ágil cual gacela Thompson, hasta el teléfono.
"¡Uuuuyyyy! Discúlpenos". - Otra señorita, de voz tan amable como la de los surtidores de las gasolineras. - "No se preocupe, que ésto ha sido un error. Que como estamos todavía en promoción, esto está arreglado enseguida. Y que lo apañamos sin coste alguno para usted, naturalmente".
Naturalmente.
Bueno, pues; ¿A que no adivinas? ¡Pues sí! ¡Eso mismo! Que no se me han llevado el maldito router, que no me han dado de baja y que, NATURALMENTE, me han cobrado como si estuviera disfrutando de un servicio del que NO estoy disfrutando.
Que yo me imagino al capitán Sparrow, sentado tras su escritorio de caoba, con los pies en alto, fumándose un puraco del tamaño de mi brazo y descojonao. Juar, juar. Éste pringao. Éstos pringaos. Tú paga. Paga, que yo te aviso.
Que se me llevan los demonios, vaya.
Y sí; he vuelto a llamar, por si te lo preguntas. Y me ha contestado (adivina) una señorita majísima ella. Que tengo unas ganas locas de que me toque alguna vez una borde (que haberlas, haylas), a ver si la mando a hacer gárgaras al Bósforo, y me quedo como Dios. Pero ná.
Y no te lo niego; ciscarse en todo el árbol genealógico de Graham Bell, en fila de a uno, te deja más tranquilo. No te digo que no. Pero que uno no puede evitar la sensación de sentirse tangado... Jé, eso también.
Así que me estoy planteando la posibilidad de darme de baja en Telefónica. Mire usted.
Y mientras me decido; no voy a descolgar el teléfono cuando suene en mi casa / hogar / domicilio. No vaya a ser otra moza, intentando venderme algo más.
Que mira que me jode tanta amabilidad.

martes, 5 de mayo de 2009

Bruno

El tipo es atractivo. No me lo vayas a negar. Tiene ese aire de galán cínico, de malo malote, que tanto os gusta a las chicas. Además; tiene la costumbre de levantar la ceja en un arco casi imposible cuando le da por vacilar, y no sabes si reírte de sus bromas, o del aire a lo dibujo animado de Tex Avery que adopta. Y eso le aporta un cierto aire frágil. Es como ese amigo de tu amigo que viene por primera vez a la pandilla, y quiere caer bien, y se esfuerza por ser encantador, sin darse cuenta de que ya tiene ganadas, de antemano, a todas las nenas. Habla con voz de trueno. O con voz de anuncio de Ford (que yo todavía me acuerdo). Y canta.
Uno de los momentos más tronchantes, y más emocionantes, que recuerdo, lo viví durante una cena, cuando Bruno y Karmele (Aranburu, la mejor a varios cuerpos de distancia de cualquiera) se liaron a cantar ópera, dejando alucinados al resto de los comensales.
Ésta entrada va dedicada a él. Porque sí. Porque aún sigue emitiéndose en la red de tren de cercanías el spot que rodó hace algunos años. Porque la gente (bueno, las niñas) aún le llaman Jaime (el personaje que interpretó en "Al salir de clase") cuando le ven por la calle. Porque defendió con uñas y dientes su protagonista en "Ninette y un señor de Murcia" y salió con nota. Porque su detective en "El Internado" tenía más peso específico que alguno de los protagonistas de la serie. Porque es muy grande, el Squarcia.
¡Y porque es mi amigo, qué coño!

lunes, 4 de mayo de 2009

La Gillette

Lo prometido es deuda. Aquí va el vídeo que me mandó Rous.
Hala, a reírse tocan.

domingo, 3 de mayo de 2009

Gracias, Constantino Romero

Hace un par de días me senté en mi sillón favorito, frente a la televisión (Dios bendiga el invento), y me dispuse a ver una película. Elegí "Van Helsing" por varios motivos: las películas de vampiros son ideales para pasar una noche de viernes, Hugh Jackman es un tipo que (generalmente) me gusta como actor y Elena Anaya... Jé, Elena Anaya me gusta siempre.
No habrían pasado ni diez minutos, cuando tuve la certeza de que el guionista debía ser consumidor habitual de algún tipo de sustancia tóxica (muy tóxica), y que iba puesto hasta las trancas cuando parió aquello. Por otra parte; teniendo en cuenta lo que se tarda en escribir un guión, el pedo (aparte de contundente) debió ser largo de narices. Y debió darle para invitar a todo el equipo (y a los productores), porque no concibo que alguien sobrio (o en su sano juicio) sea capaz de embarcarse en semejante bodrio.
En resumen: no había vivido una experiencia tan traumática desde que escuché cantar a Pierce Brosnan en "Mamma Mia!"
Miré las punteras de mis pantuflas, casi vencido por el desánimo. Y ahora; ¿Qué?
Tras el zapping de rigor (no hay que decir que no encontré nada potable) rebusqué entre mis queridos DVDs. Quizá pudiera matar el rato con algunos capítulos de una teleserie, o quizá...
Y de repente; lo ví. Allí estaba; mirándome fíjamente. Una vieja película de la Warner (1971), con un Clint Eastwood aún joven apuntandome, con su Magnum, directamente a la jeta. Era "Harry el Sucio", de Don Siegel.
Me sacudió un escalofrío de placer.
Huelga decir que la disfruté con palomitas, cerveza y una sonrisa más ancha que la de un marinero en día de permiso.
Como estaba de buen humor, decidí curiosear en los extras y me tragué incluso las entrevistas.
Y al escuchar a Eastwood, consigo mismo y con su mecanismo, caí en la cuenta: ¿Dónde está su voz? ¿Dónde está Constantino Romero?
De repente; el Hombre sin Nombre, el Jinéte Pálido, había desaparecido. Ése rostro familiar, ésas maneras tan conocidas, eran las de un extraño. ¿Quién coño era ese tipo? ¿Cómo se atrevía a usurpar al mismísimo Clint Eastwood? ¡¡Qué desfachatez!!
Volví al menú. Seleccioné una escena, al azar. Escuché al viejo Callahan con su voz de siempre. Con la que yo recordaba desde que, de niño, me acurrucaba en el sofá, junto a mis padres, y me quedaba embobado viendo la tele (Dios la bendiga, por cierto).
Los hay puristas (porque ahora mola mazo ser un intelectual del copón, y ver cine en versión original. Que cómo no nos hemos dado cuenta antes, fíjate, de lo paletos que somos. Nosotros; al revés del mundo). Y los hay que se indignan, y todo, y sermonean desde sus columnas de opinión.
Pues me vas a perdonar, pero yo no soy capaz de ver Heidi, y escucharla hablar en japonés (idioma que, mira tú, no hablo). Y James Earl Jones posee una voz de la leche, no te digo que no, pero Darth Vader tendrá para mí, SIEMPRE, la voz de don Constantino Romero.
Y Natalie Portman habla con la voz de Graciela Molina (actriz pelirroja guapísima, por cierto, que además dobló al protagonista de "Aquellos maravillosos años". Ah; y a la que puedes ver en el corto "El Hombre Esponja").
¿Y sonaría igual Ben Stiller sin la voz del maestro don Pablo del Hoyo? Pfffff...
El caso es que, y con ésto ya termino, la otra noche me fui a la cama pensando en mis viejas películas, y en mis viejas (y no tanto) series de televisión. Recordando los matices de tan maravillosas voces. Sabiéndome un paleto recalcitrante (sí), y estando orgulloso de serlo.
Me acosté murmurando: "Gracias, Constantino Romero".

Tigre

Bajo la luna
El tigre de oro y sombra
Mira sus garras.
No sabe que en el alba
Han destrozado un hombre.
Tankas. "El oro de los tigres". J. Luis Borges. (1972)