jueves, 5 de noviembre de 2009

Amor proceloso

Capítulo 1254.
Leonardo Jesús atravesó presuroso la hacienda, a lomos de su vigoroso corcel, llamado Jacinto.
Al llegar frente a la mansión, se detuvo y desmontó de un salto. Avanzó unos pasos.
Una brisa suave revolvió sus largos cabellos. Levantó sus pardos ojos al cielo y murmuró, con la voz teñida de una romántica ensoñación:
- Al carajo la peluquería.
En mitad del jardín, portando un ramo de rosas rojas recién cortadas, se hallaba Marianela de los Dolores. Le miró, con sus hermosos ojos verdes bizcos.
- Leonardo Jesús.
- Marianela de los Dolores.
Los dos suspiraron al unísono. Leonardo se quitó la camisa. Adquirió un cutis de ave, y se le endurecieron los pezones. Una breve brisa revolvió los unísonos cabellos de los dos amantes, y Leonardo Jesús se cagó en el hombre del tiempo.
- Querida.
- Amor.
- Mi vida.
- La razón de mi existencia; en esta tierra olvidada de Dios.
Ejemplo de diálogo innecesario, utilizado en las telenovelas para rellenar.
- Te quiero.
- Te adoro.
- Yo más.
- Pos anda que yo...
- Estoy enamorada.
- Y yo. Pero en masculino.
- ¿Te habías enamorado antes, alguna vez?
- Sólo una. Pero me dejó por una oveja.
- ¡Qué dramático!
- Me fui a Benidorm, a intentar olvidarla.
- ¿A la oveja?
- No. A ella.
- ¡Ah! Y... ¿Te gusta Benidorm?
Leonardo reflexionó unos instantes, queriendo dar una respuesta sincera.
- No - Admitió al fin.
- ¡Oh! - Marianela suspiró - No le gusta Benidorm...
- ¿Qué ocurre?
- Que nuestro amor es imposible.
- ¡No! ¡Oh, Dios mío! ¿Por qué?
Marianela ahogó un sollozo en su hermoso pecho.
- Porque...
- ¿Por qué?
- Porque... ¡No te gusta Benidorm!
Hubo una pausa dramática subrayada, tan sólo, por una suave brisa. Leonardo empezó a plantearse, seriamente, cortarse el pelo al cero.
- Pero... No lo entiendo...
- ¿No lo entiendes? ¡Oh! ¡No lo entiende!
- No. No lo entiendo, Marianela de los Dolores. Hemos vencido la resistencia de tu tía abuela sobrina nieta por parte de madre, en relación con tu padre putativo tras lavarse los calcetines en tercer grado y... ¡Dios! ¿Ahora el Destino nos arrastra ante una nueva adversidad? No. Debo ser sincero. No me gusta Benidorm. Hay demasiados alemanes, y mucha paella de encargo. Lo siento. Prefiero Bollullos del Condado.
- ¡Bollullos del Condado! ¡Me desgarras el alma!
Una tenue brisa revolvió sus atribulados cabellos. Leonardo Jesús se cogió una coleta.
- No hay alemanes... - Dijo él, en su descargo.
- Jodé. Ni playa...
Sonaron los violines y el piano. Sonó un saxo. Un redoble, y fanfarrias. Se levantó una ligera brisa, y Leonardo pidió a Marianela unas tijeras de podar.
Leonardo atrajo a Marianela hacia sí mismo consigo mismo, y ésta se pinchó con los pezones de él.
Se fundieron en un apasionado beso.
La brisa soplaba, Leonardo maldecía para sí, y Jacinto comía hierba.
FIN del capítulo 1254.