viernes, 13 de febrero de 2009

Borracho

He seguido tu aroma, como el perro sigue el rastro, hasta dentro de mi.
Mordiste mis palabras, y aún me sangran.
Duele más tu silencio que mis mentiras.
Quisiera que me engendrases al calor de tus muslos. Impregnaste tus bragas con el jugo de tus ganas y aún te rastreo, ebrio. Atravesaste mi corazón con tu tacón de aguja. Y ya estoy vacío. Aunque mis lágrimas son rojas y mi sangre, ahora, sabe a mar.
Me persiguen los tigres de Borges. Me escondo en el laberinto. Y hallo el Infinito en un rincón de la escalera.
Me emborracho, borracho, besando las copas que me cortan los labios, y beben de mí.
Caigo y caigo en la duda de si existes.
El azar, o una carretera, me dirán a dónde voy.
Si quieres comprar mi alma, has de saber que deberás quitarle primero la ropa, y tendrás que hacerlo mientras duela.
Verás brillar en sus ojos la ceguera, mientras la violas.
Huye, huye. Pero deja los ases sobre la mesa.
Los dioses te escupirán, lo sabes, porque te atreves a suplicarles. No tienes valor para matarme, aunque quizá no lo hagas porque piensas que la muerte es un regalo. Tal vez.
¡Qué desfachatez! ¿Quién te crees que eres?
Vives cuando gritas. Grita. ¿Gritas?
¿Dónde has dejado el amor?
La gravedad no es una ley. Es una maldición; lo sabes. Lo sabes. ¿Por qué cuando el mundo debiera girar, es cuando se para?

1 comentario:

  1. Siempre encontarás la eternidad, amigo, mientras te persigan esos tigres...
    Es precioso el texto.
    Un abrazo fuerte.

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