sábado, 1 de agosto de 2009

Un cuento. (Dedicado a una princesa besucona)

La noticia corrió, como la pólvora, por el Upper West Side de Manhattan. Emma Pfingsten de Babaland había anunciado su compromiso. Y lo había hecho contra la voluntad de su progenitor; el viejo rey Sigfrid de Babaland.
Litros de tinta se emplearon en emborronar las páginas de los tabloides durante días, y no era para menos. Emma era una joven princesa, asidua a los círculos más elitistas de la society, desde que llegara con su familia a New York a causa de la revolución que los había expulsado del trono de su país. Y en cuanto a Walter; su prometido, si bien era algo más bajo que ella, y plebeyo, quizá no fuera eso lo que representaba el mayor problema. Lo cierto es que el motivo esencial de la oposición del viejo rey al enlace se fundamentaba en el hecho de que Walter era un sapo.
Indiscutiblemente; el peor de todos había sido el día en que la petit princesa había decidido comunicarle la nueva a sus padres.
La reina, viva expresión en carne y bótox del más rancio protocolo de la vieja Europa, y portadora de la legendaria flema y sangre fria de los babalanos, logró conservar la calma durante al menos cinco segundos tras escuchar la noticia, antes de emitir una serie de aterradores berridos y, a fuerza de hiperventilar, sumirse en la inconsciencia.
El rey; más sanguíneo y vehemente, destrozó la habitación del Hilton en la que residían, haciendo uso de su palo de golf y de una pésima puntería.
- ¡Insensata! ¡Necia! Casarte con un sapo. ¡Un sapo! ¡Dónde se ha visto eso!
- Pero, el abuelo Edmund...
- ¡No es lo mismo! El abuelo Edmund se fugó con un bacalao porque le recordaba a su difunta esposa Karen. ¡Pero recuperó la cordura y a las dos semanas volvió a casa!
- Nosotros nos amamos...
- Eso no es amor, eso es, es... ¡Aberrante! ¡Dios, nunca pude entender a la cerdita Peggy!
- ¡Pues nos casaremos!
- ¡Por encima de mi cadáver!
- ¡Papá!
- Pero hija mía; ¿Es que no lo entiendes? Walter es un sapo. ¡Un sapo! ¿Dónde vais a vivir, por amor de Dios? ¿En la charca de Shrek?
De nada sirvieron las razones, las súplicas o las amenazas. Emma estaba dispuesta a llevar su amor por Walter hasta el final, y nada ni nadie podrían impedirlo. No hay que olvidar que le sobraba coraje para afrontar cualquier adversidad, pues era una Pfingsten. Ya su antepasado Wolfgang accedió al trono cuando, durante la famosa Guerra de Los Quince Años y Un Rato, entre Babaland y su vecina Tontunia; descubrió que los arenques eran el arma definitiva pues, al arrojárserlos al enemigo, a éste se le llenaban las trincheras de gatos, situación que les incomodaba sobremanera, de forma que sufrían crisis nerviosas, ataques de ansiedad, y la mayoría acababan desertando (Eso le sirvió a Wolfgang para verse recompensado con la mano de la princesa heredera).
Durante los días siguientes se sucedieron los preparativos a ritmo vertiginoso aunque, tristemente, hubieron de verse momentáneamente aplazados a causa de la muerte de Norbert, un primo de Walter. Las malas lenguas llegaron a contar que se habían servido las ancas de Norbert en un restaurante del Soho.
Mientras tanto; los padres de Emma intentaban hacerse una idea de lo que les esperaba. Llegaron a ver tantas veces la película "Adivina quién viene esta noche", que eran capaces de recitar de memoria sus diálogos. Si bien hubo un momento en que pensaron que podrían burlar al Destino cuando un antiguo novio de Emma; el príncipe Louis Pantene II, reapareció en sus vidas.
Louis Pantene era guapo como un maniquí, tenía una larga melena, suave y sedosa, y un culo tan duro que podría partir nueces con sus cachetes.
Pero las esperanzas de los viejos reyes se desinflaron pronto; cual balón playero, al descubrir que el príncipe tan sólo había viajado a New York con el propósito de hacer las pruebas para formar parte del cuerpo de baile de un nuevo espectáculo en Broadway, que iba a titularse "Las alegres travestís birmanas".
Nada pudo impedir, como ustedes ya supondrán, que la pareja formalizase su unión, pues de todos es sabido que, si hay una mujer empeñada en ello; el matrimonio, así como todos los desastres de la naturaleza, acaba siendo inevitable.
Y ni los cronistas de la prensa rosa podrían decir si Emma y Walter acabaron comiendo perdices, pero todo el mundo coincidió en afirmar que, el día del enlace, no se había visto una novia más radiante, o un novio con los ojos más saltones.

2 comentarios:

  1. Estuve acá, Paquito querido.
    Cómo me gusta que me cuentes estos cuentos de reinas con botox y princesas intrépidas (que luchan por su amor porque saben que los sapos siempre se convierten en príncipes...¿o no?). Voy a venir todas las noches en busca de cuentos, Paquito (no me consientas :)).
    Leí todo, como siempre y me gusta y te quiero.

    Muchos besos que cruzan el mar.
    GRACIAS por ser así.

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  2. Si es que un tipo con semejante culo solo puede actuar en Broadway, ja, ja, ja… Si el amor es verdadero, rana o culero, la boda encandilará al mundo entero (joder, que malo, ja, ja, ja…)

    Más salu2.

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