domingo, 21 de junio de 2009

El perfecto gilipollas

Le estuve observando durante un rato. Tan satisfecho de sí mismo consigo mismo. El jodío.
Su gorra de béisbol puesta, con la visera pá tras. La cabeza de Camarón, del tamaño de una nuez, prendida en la cadena de oro. Bien visible.
La camiseta de la NBA tres tallas más grande, y los pantalones tan bajos que enseñaba medio calzoncillo.
El carro tuneado con llamaradas, con Kanjis japoneses, y con el toro de Osborne. Con su nombre, y el de su churri, grabaos a Loctite en el maletero (el "Pecas" y la Jenny; por poner un ejemplo).
La música; chunda, chunda, chunda, a todo trapo; claro. Que es generoso el muchacho, y desea compartirla con el resto de la humanidad.
"Vi a subirlo un poquito, quen Burkina Faso no me se oye".
Una cara de bestia parda que tira pa ´tras. Pero eso sí; las cejas depiladas, las patillas dibujadas con escuadra y cartabón, y el arito de oro en la oreja.
El gilipollas.
Pues que resulta que el tipo al que he descrito es un vecino. De mi bloque. Que habrás adivinado que no me tiene especialmente contento.
Y ayer; cuando bajé la basura, le vi apoyado en su Seat León, con una mano sujetando las posaderas de su Jenny (atributo anatómico que, debo decir, en ésta muchacha lucha desesperadamente por no ceder ante los imperativos de la Ley de la Gravedad), y la otra ocupada, aliviándose algún picor en la entrepierna. Demostrando, una vez más; la mierda de herencia que nos dejó la LOGSE. Al menos en lo tocante a educación, respeto o modales.
Y sí; le estuve un rato mirando. Alucinando.
Debes comprender que, a mi edad, cada vez se está seguro de menos cosas. No sé si Dios existe, ignoro los mecanismos del amor o del odio, la política o la filosofía se me escapan, y la tecnología que hace posible que mi tostadora funcione me tié perplejo.
Pero ayer, en un mágico momento de lucidez; tuve la revelación, la certeza, de que quizá la perfección exista.
Este tipo, al menos, es un perfecto gilipollas.

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